viernes, 20 de junio de 2008

El hermetismo "aplicado"


Entonces se levantó el rey y dijo: "Es el momento, oh profeta, de ocuparme de mis invitados, mañana haremos teología con lo que resta del tema". CH XVII.

Hace tiempo que quería hablar de esa dualidad un tanto polémica entre el llamado "hermetismo filosófico" y el "hermetismo técnico". Cuando comencé mi periplo en esto del hermetismo no tenía demasiadas dudas al respecto: creía que las aplicaciones prácticas del hermetismo eran un apéndice más de esta filosofía helenístico-egipcia. Ahora tengo serias dudas al respecto. Me he acordado de todo este debate de nuevo tras leer "Théorie et pratique dans l'Asclepius", un trabajo de Jean-Pierre Mahé que cité en mi anterior entrada. En él se habla de la conocidísima ceremonia de vivificación de las estatuas. Creo que siempre se alude a este pasaje en términos llanamente helenísticos, y me refiero a la concepción más o menos cercana a nuestra civilización sobre todo lo relacionado con la magia. Que quede claro que yo de egiptólogo tengo lo mismo que de piloto de aerolínea, y además, que en ambos casos, me da vértigo nada más echar un vistazo al asunto. Digo esto por una sencilla razón: la magia en Egipto no era considerada del mismo modo que en Grecia. La teúrgia como ceremonia mágico-religiosa es un paso más en el proceso de orientalización de la filosofía helenística y, por supuesto, esta praxis (religiosa) debe mucho al ceremonial egipcio, como así creo que deja claro Jámblico en el libro VIII de sus Misterios Egipcios.

Bueno, el caso es que hace tiempo conocí a un joven egiptólogo en clase de Historia de la Grecia Helenística, que nos ilustró con gran maestría sobre algunos asuntos relacionados con el Egipto lágida, y concretamente sobre lo que habitualmente levanta más pasiones al respecto: el sincretismo religioso greco-egipcio. Nos entregó dos textos muy acertados e interesantes sobre sendos ataques de la población local contra templos "sincréticos" helenísticos. Explicaré esto más lentamente: se conoce que el sincretismo religioso en época lágida fue un carril de una sola dirección, debido al manifiesto desprecio de los egipcios por lo que supongo consideraban una blasfemia bárbara como otra cualquiera contra su magnífica religión milenaria. Es decir: los griegos deseaban participar de la antiquísima y venerable religión egipcia, pero los egipcios veían esa pretensión imagino que más o menos como el padre Bartolomé de Las Casas vería la "idolatría" mexica, es decir, como una blasfemia lamentable y asquerosa. Sólo bajo la autoridad altoimperial, a partir de la conquista augustea en torno al año 30 de nuestra era, se puede empezar a hablar de una verdadera fusión cultural, y nunca, desde mi punto de vista, en época lágida.

Y es que hay que aprender a contar el paso del tiempo con cierto realismo: pudieron pasar cinco siglos desde el primer Ptolomeo (Ptolomeo I Sóter, 305-283), hasta la aparición del primer texto filosófico hermético (estimando que éste se escribiera en torno al siglo II o III). ¿Hasta qué punto se puede analizar con rigor este enorme lapso de tiempo? Yo creo que el primitivo rechazo egipcio se transformó con el tiempo y la mezcla en una convivencia razonable en ciertas capas de población, en una ignorancia relativa en otras, y en una verdadera fusión (y digo bien: "fusión", no sincretismo) en otras. Los primeros siglos de dominación lágida fueron siglos de cierta aspereza y rechazo, y de "sincretismo" siempre por parte griega. Y ahí es donde quería llegar: los textos "técnicos" más antiguos (me refiero al recurso de advocación al Hermes sincrético por parte de algunos manuscritos astrológicos, poquísimas alusiones en los papiros de magia, y quizás en algún texto aislado de alquimia greco-egipcia), bien pudieran haber sido el fruto de ese primitivo proceso de fusión sincrética más o menos laxa y discreta (Hermes sincrético, fórmula de cierto color egipcianizante, etc., algunas alusiones a ciertos elementos desarrollados después por el hermetismo filosófico como la sympatheia de remoto origen estoico, el concepto "mágico" de dýnamis, algunos lugares comunes en torno a la jerarquía celeste astrológica, la concepción Hermes-Lógos, etc.), mientras que los textos "filosóficos" serían el resultado de una verdadera fusión cultural y racial, operada en determinados núcleos urbanos del país del Nilo. Esta fusión, por supuesto, actuaría como una continuación de aquel sincretismo religioso operado siglos antes con la dinastía lágida, y que acabaría por generar nuevas realidades en la filosofía, la literatura, etc.

¿Qué pretendo decir con todo esto? Pues nada menos que el hermetismo "filosófico" es otra cosa, y que quizás el hermetismo "técnico" habría que estudiarlo como un fenómeno aparte, como el producto de una época anterior. Desde luego, ambas realidades son el fruto del mismo ambiente, y hasta cierto punto del mismo proceso de "aculturación", pero no creo que sea razonable erigir un puente demasiado directo entre una y otra. Y es que, desde mi punto de vista, que un texto esté puesto bajo la advocación de Hermes no tiene por qué convertirlo en "hermético"; en estos casos, nos valdría echar mano del inexistente concepto en castellano de hermeticism, y no de Hermetism. Por ejemplo: quizás se pueda hablar con propiedad de una "alquimia hermética" con Zósimo de Panópolis (ss. III-IV d. C.), y esta "alquimia hermética" sería el fruto, primero de la "moda" filosófico-helenística de la época, y segundo, de algunos elementos del engranaje filosófico hermético (ya plenamente considerado como egipcio).

Y volviendo al punto de partida, ¿qué pasa con las estatuas?, ¿no son acaso un testimonio de esta dualidad teórico-práctica. Pues no, al menos desde mi punto de vista. La vivificación de estatuas, según nos describió el joven egiptólogo al que antes me referí, era una ceremonia muy importante en el Egipto faraónico, en tanto que los egipcios consideraban que el dios vivía en el templo, y que no era simplemente una representación de algo que trascendía a este mundo material. De esta manera, los textos herméticos que hablan de esa "vivificación" (concretamente en CH XVII y en el Discurso Perfecto), están trasvasando una creencia religiosa llanamente egipcia al lenguaje filosófico griego (recepción del eidos platónico, etc.), pero debemos tener en cuenta que ese trasvase se hace igualmente en términos religiosos, no mágicos o técnicos. De cualquier manera, las alusiones realmente directas por parte de los Hermetica filosóficos a los aspectos "técnicos", son reducidísimas; yo mismo llevo un recuento más o menos exhaustivo de ellos, y creo que únicamente podemos afirmar con seguridad que el hermetismo filosófico es una filosofía volcada hacia la exaltación del hombre y a su intervención en el cosmos en términos ceremoniales (es decir, más místicos que técnico-ocultistas). Por supuesto, los textos "técnicos" comparten elementos comunes con los textos "filosóficos", pero eso es todo.

En realidad, muchas de las concepciones que actualmente se tienen sobre el hermetismo en general, son de origen renacentista o incluso de época muy posterior; concepciones que poco o nada tienen que ver con la ya distante visión de aquellos habitantes greco-egipcios de los primeros siglos de nuestra era. De hecho, y enlazando con lo que decía antes, una de las primeras alusiones a la filosofía hermética como "egipcia", son de Jámblico, y en torno a ese ceremonial religioso del que hablaba, y se trata además de una alusión tardía (nada menos que del siglo IV), justo cuando la filosofía hermético-egipcia comenzaba su declinar, a favor del incipiente cristianismo. El resto de alusiones las tenemos que ubicar en el turbulento ambiente de la polémica pagano-cristiana (Lactancio, Tertuliano, San Agustín, Orígenes, Porfirio, Juliano, etc.). En definitiva, podemos decir que el hermetismo es un constructo teológico-filosófico que tiene mucho de particular, debido nada más y nada menos que a la peculiar naturaleza de la religión egipcia, una religión volcada hacia la "humanización espiritual" (y disculpen la vaguedad del término) del espacio físico, y absolutamente lejana a las concepciones religiosas decididamente intelectuales del helenismo (p. ej. Plotino) y de sus sucesores cristianos. Esta fricción religiosa, y la cito porque me parece paradigmática, se pondría de manifiesto siglos después en Bizancio, con la famosa "Querella de las Imágenes".

Termino refrendando lo que hace meses me comentó José Rodríguez sobre algunas de estas cuestiones: hacen falta desesperadamente estudios serios desde la egiptología, estudios que superen las interpretaciones zumbonas de Doresse, o las exposiciones más o menos especulativas de Fowden, Iversen o Samaranch, y que no digan, como me dijo aquel competente y joven egiptólogo: "Eso es cosa de los helenistas".

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