lunes, 7 de junio de 2010

Qal'at al-Hambra, el rubí de la corona de Granada


"El Paraíso, en al-Andalus, tiene una belleza que se muestra [como la de una desposada] y el soplo de la brisa está deliciosamente perfumado.
En efecto, el resplandor de sus soleadas mañanas viene de una boca con hermosa dentadura y la negrura de sus noches del rojo profundo de los labios..."
Ibn Jafāŷa.

Esta entrada, tras un par de meses de silencio, está dedicada a la Alhambra de Granada, una de las maravillas del mundo moderno, tanto por su idílico entorno como por el asombroso hecho de que se nos haya conservado tan portentosamente bien, y que podamos contemplar, así sin más, una ciudad palatina de ensueño surgida de las Mil y una noches. Asimismo, otro hecho afortunado es que el entorno natural continúe casi idéntico al de hace seis siglos (por supuesto, salvando las distancias): el precioso Albaicín blanco al frente, la colina de la Sabīka dominando la ciudad de Garnata, y las arboledas cobijando el trino de los pájaros y el rumor de las acequias. Como si de un sueño fantástico se tratase, aún resulta fácil imaginar a Abu Ya'afar al-Qunyi, un asceta sufí del siglo XIV, ascendiendo por la colina y contemplando, muy poco a poco, la grandeza de Alá, su imagen (el reflejo de la Suprema Belleza) en todas las cosas de este mundo. Y si no que se lo digan al insigne investigador y docente vinculado a la Universidad de Granada, José Miguel Puerta Vílchez, probablemente la principal referencia que tenemos a día de hoy sobre la Fortaleza Roja (sin olvidarnos de O. Grabar), y por supuesto, sobre el misticismo sufí y el consustancial sentido estético de la Civilización Árabe. Como él mismo escribe en su precioso artículo "La belleza del mundo es la belleza de Dios (El núcleo estético del ‘Irfān de Ibn ‘Arabī), 1ª parte", en los Anales del Seminario de Historia de la Filosofía (2000), nº 17, pp. 77-100:
"El resultado sigue aún hoy impresionándonos e interpelándonos: liberación de la Imaginación frente al uso restrictivo de la razón, visión feminizante, positiva y estética del mundo, aceptación gozosa de la permanente transmutación del universo y del ser, asunción de la diversidad interpretativa de los Textos y del Mundo procurando superar las limitaciones de la misma, fusión deforma y contenido en los ámbitos artístico y filosófico, superación imaginativa del problema de la iconoclasia, y creación, en fin, de un nuevo vocabulario capaz de situar el lenguaje natural en otra dimensión simbólica y cognoscitiva".
¿El resultado de qué? Pues del núcleo estético de toda una civilización (la árabe clásica), canalizado a través de su más bella filosofía: el sufismo. Para este místico murciano del que habla el Sr. Puerta Vílchez (Muhyī al-Dīn Ibn ‘Arabī, 1165-1240) (ibid. p. 80, nota 2), el amor es una estancia divina (maqām ilāhī), y el Creador se nombró a sí mismo el infinitamente amable (wadūd) y los textos proféticos el Amante (muḥibb). Es por esto, continúa, por lo que el Amor se convierte en Universal, donde Dios-Creación son una sola cosa (consagrando el concepto teofánico-teopático frente a la procesión-emanación hispostática de las filosofías de corte platónico del periodo que habitualmente nos ocupa: ss. I-IV d. C., y que no pueden ser identificadas en este sentido con el hermetismo). Es decir, que nuestro místico estaba consagrando esta idea siempre heterodoxa de la inmanencia de Dios en el mundo, a la que tienden de manera habitual las filosofías místicas de la Tradición Occidental menos dualistas, como nuestro hermetismo. Esto es, además, y sin lugar a dudas, una evocación estética de la concepción platónico-plotiniana de la Unidad-Amor, pero expresada en terminología "coránica". Vayamos con una interpretación de carácter más íntimo, más gnóstico.
"Cuando las gentes de la intimidad, la belleza y la
misericordia (divinas) contemplan el Corán, y
todas las cosas, sus ojos no encuentran más que
belleza y hermosura"
lbn 'Arabī, Futūḥāt.
"Dios Es Bello y Ama la Belleza". En este ḥadīt, nuestro místico andalusí encontrará la fundamentación de su propia cosmovisión (La belleza del mundo es la belleza de Dios). Asimismo, en este artículo suyo, el Sr. Puerta Vílchez, cita una obra que suena muy interesante de H. Corbin, donde se nos cuenta que el Anthropôs gnóstico es el receptáculo de la conciencia divina, y Dios el hogar de esa conciencia, ahondando en las mismas ideas de las filosofías gnósticas de la Antigüedad Tardía que tanto hemos comentado por aquí. Así, la potencia del corazón es una energía oculta (quwwa jafiyya) susceptible de aprehender la realidad divina.

Paseemos, ahora sí, por los palacios nazaríes...

Detente en la explanada de la Sabīka y mira a tu alrededor:
la ciudad es una dama cuyo marido es el monte.
Está ceñida por el cinturón del río y las flores
sonríen como alhajas en su garganta (...)
Mira las arboledas rodeadas por los arroyos:
son como invitados a quienes escancian las acequias (...)
La Sabīka es una corona sobre la frente de Granada,
en la que querrían incrustarse los astros.
Y la Alhambra (¡Dios vele por ella!)
es un rubí en lo alto de esa corona.
Ibn Zamrak.

Hoy propongo un viaje a la Alhambra de la mano del misticismo andalusí. Pues bien, una vez que nos encontremos con el bullicio blanco de la Plaza Nueva (en pleno casco histórico de la ciudad), y nos decidamos por ascender a pie (eso sí, deteniéndonos muchas veces, porque la empinada cuesta bien lo merece, así como las bellezas naturales que nos envuelven a medida que ascendemos), iremos por buen camino para nuestros futuros descubrimientos; eso suponiendo, claro está, que decidamos optar por esa ruta, y no por la empedrada Cuesta de los Chinos o por el barrio del Realejo, donde contemplaremos la bella techumbre de Granada, en tonos ocres y blancos, recortada contra el cielo infinito, y siempre amenazada por la Sierra Nevada.

Una vez que la muralla se nos muestre a la izquierda, no está de más conocer el nombre de las cuatro puertas exteriores que permitían el paso en otro tiempo a la ciudad. La primera de ellas es la Bab al-Sari'a (La Puerta de la Ley, más conocida como La Puerta de la Justicia). La segunda puerta es Bab al-Gudur, la "Puerta de las Cisternas" (modernamente conocida como la Puerta de los Siete Suelos). La tercera puerta se denomina Bab al-Hadid (la Puerta de Hierro), conocida hoy como la Puerta del Arrabal. Y la cuarta es la Puerta de las Armas, en el extremo occidental del recinto.

Una vez dentro, tenemos que saber que la Alhambra se compone de algunos elementos fundamentales, que me gustaría apenas reseñar aquí: la Alcazaba, el Palacio Real y el palacio del Generalife. En la actualidad, uno puede acceder al recinto desde la entrada principal en las taquillas, o bien a través, por ejemplo, de la susodicha Puerta de la Justicia que da lugar al nada desdeñable recinto (de entrada libre y gratuita) del Palacio de Carlos V y sus alrededores. De hecho, es este palacio (que tan mala prensa tiene en estos tiempo de buenismo militante) una edificación sólida, recia e imperial, donde Carlos V e Isabel de Portugal tuvieron su luna de miel, y concibieron al mayor príncipe de la cristiandad en el Renacimiento, Felipe II.

En cuanto al Palacio Real, nos encontramos con un conjunto de edificaciones cuya belleza queda bien resumida en esta vista del Patio de los Leones.

Como todos sabemos, estas puertas alojaban una de las maravillas más portentosas que existieron en Al-Andalus, inscrita, curiosamente, en un periodo de decadencia de la civilización árabe en el Occidente (Magrib). Esta esplendorosa decadencia, si se me permite el oxímoron, construyó los magníficos palacios de la dinastía Banu Nasr, valiéndose de la piedra y el yeso, y no del mármol y los minerales preciosos de las evocaciones orientales bagdadíes, pero el resultado fue el mismo: una arquitectura única que aún hoy se nos conserva asombrosamente intacta. Un conjunto palatino y una ciudad que habla por sí misma. Todavía escucho las palabras de mi última visita guiada, en la que se nos explicaba que el palacio arabo-islámico era una continuación del jardín, en la que se pretendía jugar con la luz y el agua, y con sus reflejos. Las columnas rielaban la luz del Sol, jugando a ser un palacio de cristal y una cúpula del cielo (nuestro Salón de Comares pretende ser eso mismo, de hecho). Un conjunto arquitectónico cuya esencia sólo podrá ser comprendida entendiendo la armonía matemática del más insignificante de sus alicatados.

Supongo que cada persona tiene su parte favorita de la Alhambra, y en mi caso adoro el Palacio del Generalife y sus inmediaciones; tanto el denominado paseo de las Torres (justo enfrente), como los preciosos jardines que adornan a este palacio de ensueño me estremecen, y siento que podría caminar por ellos durante toda mi vida. Resulta muy difícil de explicar las sensaciones que te embargan al contemplar el paisaje granadino en lontananza y su violenta orografía, que se recortan de manera distinta según la época del año y la luz. Cuando llueve, sus colores se tornan fríos y melancólicos, y cuando la luz es primaveral quedamos cegados por la explosión de color. Cualquier época del año y cualquier día son oportunos para visitar al Alhambra, pueden creerme. Por otra parte, uno parece entender observando este paisaje maravilloso, el drama que supuso su pérdida para un trocito de civilización que aguardaba su hora con el llanto contenido.

La Alhambra es, sin lugar a dudas, una utopía arquitectónica cuya médula espinal fue analizada magníficamente en Los Códigos de Utopía de la Alhambra de Granada, (Granada: Diputación de Granada, 1990), de nuevo del Sr. Puerta Vílchez. Una utopía arquitectónica eterna, que parece desafiar el desvelo de Ibn Jaldūn por desmitificar la labor historiográfica torticera, al plantearnos un extracto del Corán (89, 6-7): "No has visto cómo ha obrado tu Señor con los aditas, con Iram dāt al 'imād"... Aquella inmensa ciudad de las columnas, que según la leyenda tenía palacios de oro, columnas de esmeraldas y rubíes, árboles, arrayanes, y surtidores, y que fue destruida para castigar a 'Ād... De aquella ciudad imaginaria del Islam encontramos pedazos hoy en Damasco, Bagdad, Estambul, El Cairo, FezJerusalén, o en Isfahān, pero en Granada nos la encontramos de cara, así sin más. De este modo resulta comprensible el asombro de escritores románticos y viajeros decimonónicos como Washington Irving, Chateaubriand, Jules Goury, Owen Jones y Girault de Prangey.

En otro orden de cosas, la Alhambra dispone de su propio órgano director (esto interesa a los investigadores, sobre todo), el Patronato de la Alhambra y el Generalife; dicho ente público desarrolla en la actualidad algunos proyectos de restauración, conservación, mantenimiento, e intento de comprensión del monumento, mediante la encomiable labor investigadora canalizada a través de los Cuadernos de la Alhambra, y a través del resto de obras y monografías publicadas por nuestro Patronato. Particularmente frustrante para el turista es no poder contemplar hoy día la famosa Fuente de los Leones. En fin, invito a todo al mundo a que se dé una vuelta por su fondo digitalizado, porque merece la pena.

Precisamente por estas razones, una riada interminable de turistas se dejan sus ahorros año tras año en esta maravilla del mundo. Porque en efecto bien lo merece, aunque dé pena que semejante recinto quede profanado por la histeria fotografiadora del turista medio, que pantalón corto en ristre y calcetines blancos por encima de las pantorrillas, pregunte lindezas como ¿Dónde está el Palacio de Felipe V? o ¿a qué hora visitar Palasios Nasis?, o bien, ¿venden playeras de la Alhambra? Es evidente: estamos en la era de la banalización, y en la de fotografiarse al lado de "piedras" para enseñarle a nuestros cuñados que -de verdad, en serio, te lo juro, o sea- estuvimos allí mismo, no vaya a ser (¡Dios nos libre de esa desgracia!) que no nos crean, y nos tachen de pobretones-working class y de gordos y zafios no-recicladores. De cutres, vamos.

Por cierto, que existe (cómo no) una interpretación esotericoide-fulcaneliana de la Alhambra: se trata del Tratado de La Alhambra Hermética (Granada: Port Royal, 2005), de un tal Antonio Enrique... En fin, supongo que lo que procedería en estos casos es que hiciera una crítica o reseña integral sobre la obra, pero tengo la mala costumbre de que cuando leo cosas como "...para algunos descienden de los antiguos egipcios (gitano derivaría en tal caso de egipciano), de los que quedó la adoración por las vírgenes negras, tratándose para otros de una raza subraza atlante, y prueba de ello sería su propia lengua, el achi pichí..." (p. 28), sencillamente cierro el libro y a otra cosa mariposa. Lo terrorífico de todo esto es que he oído hasta guías hablando maravillas de esta "obra", alabando incluso la sapiencia del autor. En fin compadres, cada uno a lo suyo.

Al hilo de esto, me gustaría hacer un brevísimo recorrido por la historia de nuestro Hermes en la tradición árabe. Esta tradición no se ha visto nutrida de un grupo suficiente de investigadores (solventes), hasta hace muy poco tiempo. Entre estos investigadores habría que citar en primer lugar a Charles Burnett y Kevin van Bladel, y por supuesto a Julius RuskaLouis Massignon, dos grandes arabistas del pasado siglo que se ocuparon de la famosa Tabla de Esmeralda el primero y el segundo de las raíces de la tradición hermética árabe en sí misma. En cuanto al resto de investigadores que se dedican en la actualidad a este "hermetismo árabe" y cuestiones relacionadas, tendríamos que citar a Dimitri Gutas (de hecho, el director de tesis de Bladel), y a Massimo Pappacena, Carmela Baffioni, Pinella Travaglia, Antonella Straface y Annunziata Russo, entre otros.

Las genealogías árabes sobre Hermes generalmente nos hablan de tres figuras "históricas" distintas. El primer Hermes vivía en Egipto antes del Diluvio, y fue el patrocinador de las ciencias. El segundo vivió después del Diluvio en Babilonia. Finalmente, el tercero de nuestros Hermes habitó en Egipto en un tiempo tardío. Los tres fueron considerados grandes sabios, pero la tradición árabe otorga predominancia al primero de ellos, el profeta antediluviano divulgador de la ciencia. Este Hermes estaría para la tradición árabe al mismo nivel de relevancia que el profeta coránico Idris (Corán XIX, 56-57). Massignon explica la asimilación de la figura de Hermes Trimegisto en el ámbito islámico como un intento de sincretismo. Asimismo, esta asimilación sincrética la encontramos en el Génesis (5, 21-24), pero en este caso con el profeta hebreo Enoch. En estos casos nos topamos con un culto sincrético típico de algunas de las culturas del Mediterráneo en la Antigüedad, sostenida por una figura de orden divino patrocinador y maestro de las ciencias y benefactor del género humano.

No obstante, aquí nos centraremos en ciertos grupos del Oriente Próximo que preservaron la tradición hermética dentro del Islam. Hablamos, claro está, de los famosos sabeos de Harrán. Acerca de estos sabeos de Harrán discurre Kevin van Bladel en su tesis, y en su reciente obra publicada sobre la base de la misma: The Arabic Hermes: From Pagan Sage to Prophet of Science. El término "sabeo", de hecho, puede aplicarse a un gran número de grupos religiosos no adscritos a la religión islámica, por lo que este gran investigador se afana por delimitar con precisión a qué se refiere exactamente cuando los cita: ¿a una Escuela Platónica de la Antigüedad Tardía?, ¿a hermetistas paganos?, ¿a gnósticos? ¿A todo eso a la vez? Desde luego, resulta muy atractivo para los investigadores dedicados al tema afirmar la existencia de una escuela platónica en el tardío siglo X, en pleno corazón del Islam.

De hecho, la opinión general acerca de la recepción de los textos herméticos en el contexto arabo-islámico, es que su fuente son estos sabeos de Harrán, por el mismo hecho de que ellos mismos han sido considerados habitualmente como "hermetistas". Sin embargo, según van Bladel, "there has been no concerted studies of the Arabic works of Hermes themselves to establish this idea with certainty" (p. 80). En efecto, poco sabemos sobre la verdadera entidad de estos sabeos de Harrán, y las especulaciones han sido muchas y de diversa índole (van Bladel se centra en criticar a Scott en este punto, como representante de la vertiente investigadora que ha querido ver similitudes entre los Hermetica tardoantiguos y ciertos textos árabes); estos textos nos informan de un trasfondo exclusivamente platónico, que cita como autoridades no sólo a nuestro Hermes o a otras figuras relacionadas como Poimandres, sino también a neoplatónicos como Porfirio o Plotino, además, claro está, de a Platón y Pitágoras. En todo caso, el punto de partida de Bladel es inmejorable, al preguntarse constantemente qué debemos considerar bajo la etiqueta de "hermético"; al final, el investigador que se precie llega a la conclusión de que un buen punto de partida metodológico es el de considerar como herméticos a todos aquellos textos puestos bajo la advocación del Hermes sincrético, y eso es precisamente lo que trata de hacer Bladel.

¿Y qué hay de las evidencias de transmisión de los Hermetica por estos sabeos? Pues bien, van Bladel enumera algunas razones que no pueden ser aducidas en su totalidad como evidencias indiscutibles de esta supuesta transición, pero que ilustran perfectamente este proceso de helenización; por ejemplo en lo que se refiere a una polémica antipagana sostenida en Siria en torno al siglo VII. En cualquier caso, les invito a echar un vistazo a esta magnífica obra de Bladel, que demuestra mucho más que buen hacer investigador: denota perspicacia metodológica a la hora de abordar el tema del hermetismo, huyendo de los generalismos que tanto daño han hecho a esta peculiar disciplina historiográfica.

En definitiva, el hermetismo árabe es para mí un misterio, que habitualmente ubico casi exclusivamente en las obras de índole "científica" (me refiero sobre todo a algunas de las obras de astrología, adivinación y astromagia tan maravillosamente editadas por Burnett en el proyecto Hermes Latinus). En cuanto a las supuestas raíces árabes del hermétisme savant en el Islam, en fin, su procedencia no está clara, y en cualquier caso no deberíamos ver sofisticadas y originales construcciones filosóficas donde no las hay: en cierto sentido el helenismo se trasladó de la misma manera a muchas culturas del Mediterráneo, y las tierras dominadas por el Islam (tanto el oriental como el occidental) no fueron una excepción. Un ejemplo lo encontramos en los Extractos de Estobeo, que son una compilación "por encargo" de un noble macedonio, y por ende no son fuentes herméticas realizadas de primera mano, como los tratados gnósticos de Nag Hammadi. Sobre si las obras más "gnósticas" del helenismo inspiraron a las filosofías místicas desarrolladas en Dar al-Islam, en fin, supongo que es algo lo suficientemente evidente como para no tener que argumentarlo.

Por último dejo aquí unos enlaces a tres artículos portentosos sobre materia sufí (y andalusí), a cargo del Sr. Puerta Vílchez. Espero que los disfruten como yo (es decir, muchísimo).




Y con esto sólo me resta invitarles a Granada, y sobre todo a esta Alhambra tan preciosa que domina a nuestro paisaje andaluz de insuperable belleza.


P.D. Por cierto, no quisiera despedirme en esta entrada sin aclarar que mi silencio durante este par de meses se debe, entre otras cuestiones de índole mundana, a que no consideré que tuviera nada tan interesante que contar. Aunque, entre ustedes y yo, estoy mintiendo deliberadamente: siempre hay algo nuevo que contar acerca de estos apasionantes temas. En fin, me gustaría comentar un par de cosas al hilo de esto. Una de las cosas menos agradecidas de escribir un blog es que a veces puede parecer que esto es un tipo de recurso de "usar y tirar", en el que uno está casi obligado a "entretener al personal". Me explico: las entradas anteriores de este blog, así como del resto de blogs de Azogue pueden caer en el olvido muy fácilmente, y eso es algo que me preocupa bastante (a ver si se me ocurre algo para remediarlo); los meses van pasando y no me gustaría que la gente interesada en estos temas y los amigos de Azogue en general no miraran atrás y leyeran con el mismo esmero aquellas entradas que pudieran ser de su interés. Por decirlo claramente, me gustaría que las anteriores entradas de este cuaderno (desde el 2008, ¡que ya ha llovido!) siguieran siendo de utilidad, y que no se aguarde siempre a su continua renovación. Paso de la cultura pop, amigos. Azogue es una base de datos con suficiente valor por sí misma, cuya constante renovación no es una prioridad en ningún caso.

Quiero aclarar, aunque pueda sonar un poco pedante, que lo que hacemos en Azogue y en Studia Hermetica (me refiero sobre todo a los cuadernos de notas) no se puede llamar con propiedad "divulgación". Hacemos mucho más que eso... A ver, a mí me trae al pairo que a Paco se le ocurra durante un domingo de tedio que esto de la alquimia y el hermetismo son temas chachis, y se tope con nuestro dominio en su frenética búsqueda googlenesca; por el contrario, lo que a mí me interesa es que los investigadores, aficionados y amantes a la cultura en general se acerquen a Azogue y aprovechen sus recursos todo lo que puedan, y que además (que es lo importante) lo encuentren útil para sus propias pesquisas. Yo puedo decir que he navegado por Internet y que he leído bastantes cosas sobre esto del hermetismo y el esoterismo en general, y que además conozco un número nada desdeñable de recursos, páginas (y blogs) en este nuestro ámbito, y puedo asegurar en consecuencia que no encontrarán otro lugar en Internet con tanto volumen de información aprovechable sobre estos temas, y además, pasado por el tamiz de especialistas. Con perdón, claro está, de la increíble página de J. H. Peterson, Twilit Grotto. Y por supuesto, sin contar con los recursos habituales de investigación, como los fondos digitalizados.

Siguiendo con esto, invito a los interesados en estos temas a que se acerquen a los otros blogs de la Dra. Mar Rey Bueno, que con un alarde de generosidad infinito no se guarda sus ingentes conocimientos para sí misma, y los comparte con todo el mundo. Lo digo porque además de su conocido Quintaessentia (integrado en Azogue), ha creado otros dos diarios de notas: Bibliotheca Magica yEpítome Americano. Ambos prometen lo mismo que el primero: sabiduría a raudales y pasión por conocer e informar. ¡Qué maestranos hemos perdido en la universidad española!, ¡cómo si pudiéramos permitírnoslo! En definitiva, invito a todos los lectores a que participen en ellos, siempre desde el respeto y el interés sincero, porque bien lo merecen. Yo mismo me he entretenido bastante este par de meses leyendo los demás blogs de Azogue, porque a veces lo que procede, en vez de parlotear, es escuchar y leer con atención lo que nos ofrecen los demás. Es la mejor forma de aprender, eso seguro.

Tengo que confesar que a veces pienso que si escribiéramos en inglés tendríamos mucha más repercusión, y sobre todo que seríamos más útiles... En cualquier caso, es una verdadera lástima que otros investigadores ajenos al ámbito hispano no se acerquen más asiduamente a estos cuadernos de notas. Pero en fin, escribimos en nuestro idioma, que es la preciosa lengua de Cervantes, San Juan de la Cruz y Benito Pérez Galdós, y que no tiene nada que envidiar al guiri.