domingo, 21 de febrero de 2010

Zanoni, una novela rosacruz (Bulwer-Lytton y su obra)


"Kuranes no era un hombre moderno, y no tenía las miras de otros que también escriben. Mientras ellos pugnaban por despojar a la vida de las ornadas vestimentas del mito, Kuranes tan sólo aspiraba a la belleza. Cuando la verdad y la experiencia no se la mostraron, se volvió hacia la fantasía y la ilusión, hallándola en sus mismos umbrales, entre los nebulosos recuerdos de los cuentos de su niñez y entre los sueños".
H. P. Lovecraft, Calephaïs.
Sin más preámbulos, procedo a hablar del tema que nos ocupa este fin de semana: Zanoni (1842), una novela de Edward George Bulwer-Lytton, 1st Baron Lytton (1803-1873). Esta novela proviene de otro relato del autor que ha obrado de germen de nuestro ZanoniZicci (1838), que se centra en la relación entre los personajes principales de la trama: Glyndon, Mejnour, Zanoni (Zicci, en este relato) y Viola (Isabel). La obra transcurre en Italia (principalmente en Nápoles y en el castillo de Mejnour), así como en alguna isla jónica (la morada de Zanoni), en Inglaterra, y finalmente en Francia (París). Se nos muestra la Italia típicamente idealizada por los gentlemen ingleses del s. XIX, sobre la base de una auténtica contraposición entre el norte de Europa, con su frialdad y su filosofía, y el sur, donde "la naturaleza basta": el locus amoenus de toda alma sensible que busca las raíces de la Civilización Occidental en un entorno cálido e idílico.


J. M. W. Turner, "Eruption of Vesuvius" (1817).

Zanoni ha sido adornada con numerosos subtítulos desde su aparición: A Rosicrucian Tale, Novela Ocultista, o El Secreto de los Inmortales. Eso ya nos da información sobre el tema de la novela. En efecto, Zanoni pretende ser una novela inspirada por la tradición rosacruz, una supuesta secta de "iniciados" que se remonta al alba de la civilización, y cuyo inicio formal se inscribe en la Edad Media, con el viaje al oriente del famoso caballero cristiano Rosencreutz, o según el mismo Lytton escribe:
"that there were no mystic and solemn unions of men seeking the same end through the same means before the Arabians of Damus, in 1378, taught to a wandering German the secrets which founded the Institution of the Rosicrucians? I allow, however, that the Rosicrucians formed a sect descended from the greater and earlier school. They were wiser than the Alchemists,—their masters are wiser than they". (Libro IV, cap. II).
El siguiente subtítulo nos da aún más información: Zanoni puede ser considerada, en efecto, una novela ocultista. El mismo Lytton pertenecía a una sociedad que se consideraba heredera de la tradición rosacruz, fundada en 1865 por el francmasón Robert Wentworth Little, la "Societas Rosicruciana in Anglia" (SRIA). Este Little se llamaría a sí mismo Magus, y sería sucedido en su cargo por Robert Woodman y William Wynn Wescott. Esta organización no sólo atraería a Lytton, sino también a otro escritor "ocultista": Hargrave Jennings.


Edward George Bulwer-Lytton.

El carácter ocultista o esotérico de la novela se comprueba sobre todo en el Libro IV, The Dweller of the Threshold (capítulos I-IV), donde se nos narra el proceso de iniciación en los misteriosos caminos rosacruces de un aspirante o neófito: Glyndon, del que hablaremos más adelante. El neófito pretende aspirar a conocer los secretos de la naturaleza. A conocer la realidad divina y espiritual de las cosas, la ciencia sagrada o teúrgica y el descubrimiento de los secretos de la cábala y de la alquimia. Pero para ello necesariamente debe aprender a despreciar las bajas pasiones que arrastran el alma hacia la locura y el apego a las cosas terrenales, porque esto podría suponer "un gran mal para la humanidad". Se nos habla además sobre el porqué de no divulgar tan recónditos secretos.

Asimismo, este proceso de iniciación contiene sus propias trampas: la prueba frente a la pasión terrenal y la presencia de ánimo ante lo desconocido que acecha en el umbral, son dos pruebas casi imposibles de salvar para la mayoría de los mortales. La abstinencia, el sacrificio, la templanza, la fortaleza, la prudencia y la paciencia, son virtudes "platónicas" a la par que iniciáticas. Y como si de los arcanos mayores del Tarot se tratase, se nos muestra un proceso repetido una y otra vez desde la noche de los tiempos, con el fin de seleccionar a aquellos que han de velar por la humanidad, aquellos que están destinados a perpetuar la orden "rosacruz" y continuar el legado de los antiguos. Este "mito" transmitido por las órdenes esotéricas y ocultistas "modernas", hace que incluso hoy día Zanoni sea una novela venerada y respetada en muchos círculos, como si contuviera en sus páginas todo el saber reservado a una minoría de iniciados en los misterios. A decir verdad, no es oro todo lo que reluce, amigos míos. La novela no contiene más que lugares comunes "ocultistas", eso sí: generados en un tono menos "brumoso" que en otras novelas como Der Golem (1914) de Gustav Meyrink, el Faust (1807-1832) de Goethe, o en algunos poemas de Blake. Esta novela de Lytton, no obstante, no se inscribe tampoco en otra clase de relatos ocultistas menos apasionados y menos fantásticos, como el ciclo de relatos de John Silence (supongo que publicados por primera vez en 1908), de Algernon Blackwood, o bien del mismo autor de nuestra novela, como The Haunted and the Haunters or The House and the Brain (1857) y A Strange Story (1862), que dan buena cuenta de algunos de los supuestos secretos reservados a una minoría, etcétera, pero en un tono casi periodístico, analítico y "racional" (¡esto sacaba de quicio de Lovecraft!). Yo creo, humildemente, que Zanoni puede ser colocado al lado de otros relatos más fantásticos como el The Coming Race, del mismo Lytton, de Celephaïs (1922) del citado H. P. Lovecraft, de Las Ruinas Circulares (1944) de J. L. Borges, o de Uranie (1889), de C. Flammarion (sobre esta última novela leí boquiabierto una siniestra interpretación freudiana, ¡qué lástima que no recuerde dónde!). En fin, éstos son relatos de ciencia-ficción y fantasía, que nos ofrecen una visión del cosmos y la conciencia radicalmente distinta a la del positivismo campante de la época: un universo vivo, sometido a fuerzas incontrolables, y plagado de elementos maravillosos, fantásticos y atractivos. Toda una delicia para los sentidos.

Es más, podemos analizar detalladamente qué elementos "esotéricos" podemos encontrar en Zanoni, más allá de vagas referencias a los rosacruces, a la teúrgia, a los alquimistas y a los cabalistas:

En primer lugar nos encontramos una referencia directa a Apolonio de Tiana, un "santo" neopitagórico de época altoimperial, que es ubicado sin más en la "tradición primordial" de nuestros rosacruces.

En segundo lugar, la obra misma se supone que está escrita en caracteres que a mí me recuerdan a los planetarum sigilla de algunas obras de magia (que representan a los seres angélicos), es decir, que estaba escrita en un lenguaje encriptado cuya clave fue dada por el enigmático rosacruz al curioso estudiante de estas materias.

En tercer lugar, se nos cita a algunos ocultistas dieciochescos: Alessandro conte di Cagliostro (1743-1795), Pierre Morissoneau, y aJoachim Martinès de Pasqually (1727-1774), este último el fundador de l'Ordre de Chevaliers Maçons Élus Coëns de l'Univers, en 1761.

En cuarto lugar, se cita a algunos filósofos naturales y escritores medievales, y algunos magos y alquimistas del Renacimiento y del Barroco, como San Alberto Magno, Dante, Paracelso, Trithemius, Giovanni Battista della Porta, Jean Baptista van Helmont o Michael Sendivogius.

En quinto lugar, se nos citan algunas entidades espirituales, principalmente Adon-Ai, una deidad magnífica y bondadosa de orden superior, consejera y protectora de Zanoni (Libro IV, cap. IX):
"Adon-Ai! Adon-Ai!—appear, appear! (...) Son of Eternal Light," said the invoker, "thou to whose knowledge, grade after grade, race after race, I attained at last, on the broad Chaldean plains; thou from whom I have drawn so largely of the unutterable knowledge that yet eternity alone can suffice to drain; thou who, congenial with myself, so far as our various beings will permit, hast been for centuries my familiar and my friend,—answer me and counsel!"
Asimismo, se nos habla de un espíritu tentador, maligno, que se aparece durante el proceso de iniciación a todos los neófitos, y que perseguiría a nuestro Clarence Glyndon, a la vez que trataría infructuosamente de acabar con Zanoni (Lib. VII, cap. XIII):
"And the invocation was heard,—the bondage of sense was rent away from the visual mind. He looked, and saw,—no, not the being he had called, with its limbs of light and unutterably tranquil smile—not his familiar, Adon-Ai, the Son of Glory and the Star, but the Evil Omen, the dark Chimera, the implacable Foe, with exultation and malice burning in its hell-lit eyes. The Spectre, no longer cowering and retreating into shadow, rose before him, gigantic and erect; the face, whose veil no mortal hand had ever raised, was still concealed, but the form was more distinct, corporeal, and cast from it, as an atmosphere, horror and rage and awe. As an iceberg, the breath of that presence froze the air; as a cloud, it filled the chamber and blackened the stars from heaven".
Resumiendo, el carácter ocultista de la novela se basa en una serie de vagas lecturas de Lytton y su círculo, basadas en malas traducciones, ediciones e interpretaciones de los textos "esotéricos" y "científicos" de antes del siglo XVIII. De hecho, sólo desde el siglo XX comenzamos a saber muy lentamente algo de esto, y sólo desde hace poco más de veinte años la Historiografía ha comenzado a centrarse seriamente en estas cuestiones... En cuanto a los rosacruces, sólo ahora, con la obra de Carlos Gilly, comenzamos a despejar las incógnitas sobre su origen (y lo mismo con respecto al paracelsismo), con lo que imagínense qué podían saber sobre esta sociedad esotérica. En lo referente a los alquimistas, peor me lo ponen (¿qué podían saber estos supuestos "rosacruces" de los textos alquímicos en mitad del siglo XIX? Nada o casi nada, eso seguro). En definitiva, el ocultismo del que hacía gala Lytton es una clase de ocultismo de raíz dieciochesca, absolutamente ignorante de los textos renacentistas y barrocos, y ya no digo de los textos tardoantiguos, herméticos y gnósticos. Su dialéctica está basada en una retórica abstrusa, simbolista e interpretativa, como la de todos los movimientos "esotéricos" contemporáneos.

El otro subtítulo, empleado en la edición de Valdemar Gótica, es "El Secreto de los Inmortales". Siguiendo con el tema de los rosacruces, nos topamos con los dos personajes principales, representantes de la secta rosacruz, y de mucho más: de una alianza inmemorial de la que sólo quedaban dos miembros: Mejnour y Zanoni, dos seres sobrenaturales aureolados con el don de la "santidad" (no en términos cristianos, sino la misma clase de divinidad que otorga la filosofía neopitagórica y la práctica de las "ciencias ocultas", como unos Apolonios de Tiana del siglo XVIII); en consecuencia, estos dos grandiosos personajes son inmortales, y han asistido a muchos de los acontecimientos generados por las grandes civilizaciones del pasado:
Dost thou remember in the old time, when the Beautiful yet dwelt in Greece, how we two, in the vast Athenian Theatre, witnessed the birth of Words as undying as ourselves? Dost thou remember the thrill of terror that ran through that mighty audience, when the wild Cassandra burst from her awful silence to shriek to her relentless god! How ghastly, at the entrance of the House of Atreus, about to become her tomb, rang out her exclamations of foreboding woe: "Dwelling abhorred of heaven!—human shamble-house and floor blood-bespattered!". (Libro VII, cap. III)
Cambiando de tercio, he leído por ahí la existencia de una supuesta relación entre el sentido de esta obra y el übermensch nietzscheano; pero bueno, aunque el mismo Lytton conociera algo de Nietzsche, resulta forzado tratar de establecer una relación entre ambos pensadores. Tanto Zanoni como el citado concepto vitalista, del mismo modo que otro tipo de personajes como Maldoror (éste creado por el Conde de Lautréamont), nos remiten a una de filosofía que denominaremos "romántica", exaltadora de valores como la independencia, la fuerza, la rebeldía, el amor sensual, la pasión y los sentidos, a menudo en oposición de una concepción monolítica o monoteísta de la divinidad, y a favor de una especie de "divinización" de la Naturaleza y de la Tierra, unos elementos fuertemente sazonados con el poder de la imaginación, y del éxtasis, la manía, y el eros platónicos. Es más, a mí se me representa el personaje de Zanoni como un Giordano Bruno inmortal, y me refiero tanto a su imagen como a su ánimo exaltado y a su filosofía.


He aquí el retrato de Giordano Bruno, mi propia imagen mental de Zanoni

Tengo que decir, además, que mi amor por esta obra victoriana no se debe a que esté ubicada en alguna clase de ocultismo o corriente esotérica, que en cierto modo es el objeto de mi estudio. Es más, a mí otros autores encuadrados en esta etiqueta no se puede decir que me apasionen (me estoy refiriendo a autores como Meyrink, Blackwood o Machen); no, mi pasión por esta obra se debe a su profunda capacidad evocadora, a su exaltación sin ambages de la belleza sensual e intelectual y de la vida, y a la delicada factura de sus personajes (Gaetano Pisani y su hija Viola son dos ejemplos magníficos). En definitiva, si tuviera que etiquetar a Zanoni, la tildaría de "Novela Platónica", no de ocultista ni nada parecido. De hecho, así lo establece uno de sus personajes introductorios (el enigmático erudito rosacruz):
"Plato here expresses four kinds of mania, by which I desire to understand enthusiasm and the inspiration of the gods: Firstly, the musical; secondly, the telestic or mystic; thirdly, the prophetic; and fourthly, that which belongs to love." (Int.)
Estas clases de manía y entusiasmo platónicos de las que habla nuestro sabio, son descritas en términos parecidos en el Fedro de Platón (según he visto, en 244a-250a), en un bellísimo pasaje digno del filósofo ateniense:
"Aquel, pues, que sin la locura de las musas acude a las puertas de la poesía, persuadido de que, como por arte, va a hacerse un verdadero poeta, lo será imperfecto, y la obra que sea capaz de crear, estando en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los inspirados y posesos". (245a-b)
La música, la belleza, la divinidad del Todo, la imaginación y la fantasía, la contemplación, el estudio, la búsqueda de la verdad, la naturaleza... Todos estos elementos hacen de Zanoni una delicia para los sentidos, al tiempo que un producto raro y precioso en nuestros días. En efecto, Zanoni es una novela "victoriana" -aunque desde luego esto no la convierte en "gótica"-, y da la impresión de ser un relato "clásico", de un clasicismo greco-romano que lo distingue netamente de los herederos del Castillo de Otranto. Es más, Zanoni está salpicada de referencias a la mitología clásica (hipogrifos, Titanes, Baco, Adonis, Apolo, Laoconte, Eros y Psique, Venus, Medusa, Saturno…), y sobre todo de constantes alusiones a autores antiguos (Filóstrato, Sócrates, Catón, Platón, Homero, Heráclito, Plinio, Juliano, Demóstenes, Virgilio, Ovidio, San Agustín, Pitágoras, o Jámblico), así como de artistas renacentistas (Miguel Ángel, Tiziano, Ludovico Ariosto, Torquato Tasso, o Rafael son buenos ejemplos). Lo mismo podríamos decir de los autores modernos citados: Shakespeare, Racine, Goethe, Byron, o Schiller. Asimismo, Lytton cita a pintores "clasicistas": Antoine Watteau,Guido ReniJacques-Louis David, o David Teniers. Esto, aparte de dar una idea precisa de la gran erudición de su autor, nos informa muy bien del sustrato esencial de la novela.

Del mismo modo, el carácter platónico u ocultista de la novela no la aleja de la realidad de su tiempo. De hecho, la trama de Zanoniestá centrada en buena parte en una determinada vicisitud histórica: la Revolución Francesa y sus implicaciones ideológicas. Sus personajes muestran gran interés por el significado de la Revolución y sobre todo por su degeneración en mera matanza y locura colectivas, sobre la base de supuestos bellos ideales. Este mensaje de la novela bien puede concebirse como una reivindicación de las raíces filosóficas de Europa, y no sólo de las raíces cristianas, sino de su trasfondo clásico. Se condena al ateísmo como desprecio a la divinidad del mundo, y se critica la vacuidad de una supuesta filantropía que esconde el más inmundo de los vicios (Jean Nicot es la personificación de esto), o bien una clase de educación que ignora a Dios (la historia del anciano ilustrado traicionado por su pupilo es un ejemplo). Asimismo, se nos relata la suerte de algunos de los filósofos ilustrados, en un alarde de ficción histórica encomiable (un ejemplo lo encontramos en el "cónclave" ilustrado del capítulo VI del libro II), liderado por Condorcet y formado por otras personalidades como MalesherbesJean Sylvain BaillyJacques Cazotte, o Jean-François de La Harpe. Esto adquiere su correspondiente clímax en el último libro, cuyo título reza significativamente The Reign of Terror, y que culmina con la muerte del "tirano" Robespierre.

Pero no nos confundamos. Lord Lytton no desprecia las ideas ilustradas, sino que trata de evidenciar sus contradicciones: el desprecio de la belleza natural del mundo, el cinismo de estos hombres nuevos que pretenden vivir sin un sentido de lo divino, alejando la piedad y la virtud de sus vidas, y despreciando cualquier idea de trascendencia más allá de la muerte. En definitiva, su crítica es parecida -salvando las distancias- a la que brinda Platón a los impíos y ateos en Las Leyes. Pero sobre todo, su crítica es la misma que construyen otros autores ilustrados ante el viraje "ateo" de la Revolución, como la formulada por Montesquieu al comienzo de su De l'esprit des lois (1748). Por lo tanto, se rechazan los trastornos y las matanzas provocadas por la Revolución Francesa, y en consecuencia es significativo que el mismísimo Zanoni perezca en la debacle guillotinadora, sacrificándose por el fruto de su propio amor y por la humanidad, la "buena humanidad".

No obstante, la propia novela da una explicación esquemática al final de la misma, sobre la base de los propios personajes. Así, Mejnour simboliza "la ciencia", Zanoni el "idealismo", Viola, el "instinto humano y maternal, y el amor ", y su hijo representa el "renacimiento del instinto" y el producto perfecto del amor. En cuanto a Glyndon, representa la curiosidad y la aspiración sin talento y determinación, así como la convencionalidad del hombre medio, que no puede aspirar a la sublimidad debido a su lucha desigual contra la sensualidad y las bajas pasiones, y además su incapacidad para el sacrificio. Asimismo, podemos decir que Zanoni representa el carácter sanguíneo, mientras que Mejnour hace gala del temperamento típicamente melancólico y saturnal de los amantes de la ciencia y el estudio.

Procedamos ahora con cosas más prosaicas. Como por ejemplo, que no hay excusa para no leer Zanoni o alguna otra obra de Lord Lytton, dado que éstas se pueden comprar por cuatro perras, o bien se pueden encontrar íntegramente en Internet sin mayor dificultad. De hecho, hace días que compré por una cantidad irrisoria una edición de 1888 de esta obra inmortal, así como una edición de su bosquejo literario, Zicci (Dodo Press). En cuanto a la bibliografía, he encontrado este título que habla directamente del autor y de su obra:


Pero poco más que valga la pena reseñar, la verdad. Al menos por lo que yo conozco. Finalmente, me gustaría resaltar el sentido providencialista de la obra (aunque esto no es extraño en una novela victoriana), como demuestra el siguiente pasaje (Lib. VII, cap. XVII), de hecho, su colofón:
"The infant smiled fearlessly on the crowd, as the woman spoke thus. And the old priest, who stood amongst them, said gently, "Woman, see! the orphan smiles! THE FATHERLESS ARE THE CARE OF GOD!"
Así, lo que al parecer acaba en tragedia se torna felicidad, luz y exaltación del sentido divino de la vida. Del alto destino de la humanidad y del hombre piadoso y bueno que se sacrifica. ¿Qué más puedo decir para que se anime a leerla, querido lector?

Por último, citaré algunas ediciones de Zanoni que pueden encontrarse en Internet:

*Actualización de 16/03/2016: Nuestro comité científico trabaja en estos momentos en una reedición de Zanoni, de Bulwer-Lytton. Se tratará de una edición del texto íntegro en inglés y español, anotada e ilustrada. 

sábado, 20 de febrero de 2010

Zanoni, una novela rosacruz (Introducción)

Adoro ZanoniZanoni (1842), como quizás muchos de los lectores ya sepan, es una novela relativamente desconocida de Edward George Bulwer-Lytton, un famoso escritor y político inglés de época victoriana. Y a modo de introducción, ¿qué se puede decir deZanoni? Sin lugar a dudas, que es una obra inscrita en una época fascinante para Occidente, y sobre todo para el Imperio Británico, de hecho, la mayor potencia europea y mundial durante toda la segunda mitad del siglo XIX, y por ende durante el largo reinado de la Reina Victoria de Kent (1837-1901), que daría nombre a una época de esplendor inigualable, una hegemonía sobre todo económico-tecnológica jamás alcanzada hasta aquel momento. La Reina Victoria trajo consigo el fortalecimiento de una monarquía desprestigiada por los sucesivos reinados de Jorge III y Jorge IV, y sobre todo por Guillermo IV; el gobierno quedaba en manos de un poderoso ejecutivo y de un parlamento dividido en dos grupos políticos de notables: los conservadores (tories) y los liberales (whigs), y sus representantes más notorios: Robert Peely y Benjamin Disraeli por el lado conservador y Rusell, Parmerston y Gladstone por el lado liberal. Hasta el último tercio del siglo XIX, Inglaterra se convirtió en el centro neurálgico del mundo, y a Londres llegarían ideas, mercancías y mano de obra de todos los confines del mundo. Y esto, sin lugar a dudas, se traslucía en su literatura. En cuanto al resto de países europeos, nos encontramos con la Francia del II Imperio y de Napoleón III, que marcará igualmente toda una época (1848-1870), con la unificación italiana (en 1871, Roma se proclama capital de Italia), y con la grandeza prusiana (la aparición del I Reich se consumaría en 1871).

Volviendo a mí mismo, he de decir que estoy enamorado del siglo XIX, y sobre todo de su segunda mitad, es decir, justo el reinado de nuestra poderosa monarca británica.

Esto contrasta, quizás paradójicamente, con el desapego que me produce la historia del siglo XX, sobre todo a partir de la terrorífica Gran Guerra (1914-1918) y sus nefastas consecuencias para la civilización occidental. De hecho, supongo que si tuviera que elegir una época para existir, elegiría este siglo: adoro sus costumbres, su elegancia y moda, me deleito con sus clases de angustia y sufrimiento, sus ideas, sus escritores y pintores, su arquitectura, su música... Adoro todo lo que representa, en definitiva. Esto es una visión idealizada sólo en parte: me maravillan sus grandes corrientes culturales, tanto el Romanticismo como el Realismo, y sus escritores se cuentan entre mis favoritos ganando por goleada a los del XX o a los de cualquier otra época. Asimismo, me quedo extasiado con las películas que tratan de representar este siglo, con The Elephant Man (1980) de Lynch, Jeremiah Johnson(1972) de Pollack y Remando al Viento (1987) de Gonzalo Suárez a la cabeza. En este sentido el siglo XIX ha escenificado la épica moderna (lo que conocemos como Western), y la colonización de la por aquel entonces ignota África (una película digna de ser tenida en cuenta es The Ghost and the Darkness, de 1996).

En el terreno literario, pictórico y filosófico (en definitiva, los terrenos con los que me siento más identificado), hallo una fuente inagotable de inspiración en, por poner algunos ejemplos, Edgar Allan Poe (Berenice, 1835), Dostoievski (Братья Карамазовы, Los Hermanos Karamazov, 1880), Emily Brontë (Wuthering Heights, 1847), Alexandre Dumas (Les Trois Mousquetaires, 1844), Joseph Conrad (Heart of Darkness, 1899), Leopoldo Alas Clarín (La Regenta, 1884-85), Novalis (Hymnen an die Nacht, 1800), Abraham Stoker (Dracula, 1897), o Gaston Leroux (Le Fantôme de l'Opéra, esta obra publicada pasados unos años de mi siglo, en 1910). En cuanto a la pintura, como todo el mundo sabe, se originaron todos los movimientos pictóricos modernos, pero si tuviera que quedarme con algunos nombres, pues J. H. Füssli (1741-1825), William Blake (1757-1827), Francisco de Goya (1746-1828), Vincent Van Gogh (1853-1890), o Egon Schiele (1890-1918). En cuanto a la filosofía y el pensamiento en general, qué puedo decir: me asombra lo que representan "trastornadores" como Friedrich Nietzsche (1844-1900), Karl Marx (1818-1883) o Sigmund Freud (1856-1939). Asimismo, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854) y Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), ambos exponentes del Idealismo alemán. Como todo el mundo sabe, es además la era de la consagración del positivismo, y su pugna por "desmitificar al mundo"... Y paradójicamente es la época de mayor exaltación del ideal. En definitiva, el siglo XIX es una época de grandes pasiones, de incipientes corrientes de pensamiento, de expansión, de violencia y de miseria terribles, y de esplendorosa magnificencia de la Civilización Occidental, que desde entonces (es mi punto de vista) ha caído en una irónica decadencia, y en luctuosos hechos sobre los que prefiero no pensar ni un solo instante. Por supuesto, estoy simplificando, pero no quiero extenderme más sobre esto.

Una obra resume lo que amo del siglo XIX: Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen, 1883-1885 (Así habló Zaratustra. Una obra para todos y para nadie, ¿tengo que decir de quién?). Muéstrenme semejante pasión y sublimidad en nuestro tenebroso siglo XXI, y entonces me reconciliaré con él.
De cualquier manera, como todo el que lea sabe, en el terreno de la filosofía prefiero la Antigüedad y el Renacimiento. En cuanto a la Historiografía, me siento identificado con ciertos planteamientos "historicistas" de Leopold von Ranke (1795-1886), aunque esto es un poco gratuito, porque en general (y sin desmerecer a los clásicos), podemos decir que la ciencia histórica tal y como la conocemos nació en este siglo (no me olvido, claro está, del excelente historiador Theodor Mommsen). En cualquier caso, absolutamente todas las diatribas (intelectuales, o no) actuales nacieron en el siglo XIX. El siglo XX ha representado su desarrollo en muchos casos y su "decadencia" en otros, aunque, como dije más arriba, esto es una apreciación muy personal, debido a que me siento mucho más identificado con el modo de pensar de un decimonónico ciudadano, antes que con la masa que me rodea en el glorioso siglo XXI. Yo cuando veo en una peli de ahora (o cuando lo veo en la realidad realidosa, sin ir más lejos), por ejemplo, cómo un travesti ex-camionero dice "qué pasa Jennifer, te quieres tirar a éste", y otra tipa le contesta "no, joder, es que lo he conocido por Internet, y nos vamos a hacer botellón", o bien cuando veo cómo un contubernio farmacéutico-periodístico-gubernamental se inventa una gripe "os-voy-a-matar-a-todos" y la peña (una población supuestamente "libre" y "culta"), va y se lo cree, se me queda cara de póker. Yo, humildemente, me quedo con aquellos caballeros y aquellas damas duros de pelar, puede que educados y refinados, o puede que no, a la par que dispuestos a todo, y que se centraban en lo esencial, huyendo de majaderías y estupideces. Hombres y mujeres que emigraban a lo desconocido, que pensaban sobre nuevas realidades con valentía, que construían sobre terreno virgen, y que guerreaban fieramente en todos los terrenos de la vida (con o sin razón). Y eso se nota en su manera de crear y sentir.

Asimismo, el siglo XIX ha influenciado algunas visiones idealizadas actuales del mismo, que podemos apreciar en movimientos estético-artísticos como el steampunk o el rollo gótico, o algo por ahí de rock industrial o metal. Pero en esto nos tendríamos que detener demasiado, y lo cierto es que el tema no me interesa mucho.

De acuerdo Iván, ¿pero qué ocurre con el hermetismo, que se supone es tu materia? Bueno amigos lectores, paciencia. Pues el siglo XIX y los primeros años del XX, también marcan el inicio de nuestra andadura historiográfica, pero hay que distinguir (como ahora mismo, vamos), entre dos corrientes bien distintas: una historiográfica y otra "ocultista" o "practicante". En cuanto a la primera (de la única que hablaremos en esta introducción), yo destacaría sobre todo a historiadores como Richard August Reitzenstein (1861-1931), Eduard Zeller (1814-1908), Franz Cumont (1868-1947), y Louis Ménard (1822-1908). La labor de estos historiadores y filólogos conduciría a una mejor comprensión del fenómeno filosófico-religioso helenístico-romano, y a la revalorización del estudio de la filosofía hermética como un apartado digno de tener en cuenta a nivel académico, al margen de la morralla ocultista que por aquel entonces estaba en su apogeo en muchos círculos "intelectuales". Y de uno de estos círculos intelectuales "ocultistas" bebería nuestro magnífico escritor Bulwer-Lytton.

En cuanto a las ediciones de los Hermetica inscritas en este periodo (1854-1906), nos encontramos con las siguientes:
- Hermes Trismegistus. Poemander, Ed. G. Parthey. Berlin 1854. 
- Hermes Trismegistus. Einleitung in's höchste Wissen: von Erkenntnis der Natur und sich darin offenbarenden grossen Gottes. Begriffen in siebenzehn Büchern, nach griechischen und lateinischen Exemplaren in's Deutsche übersetzt [...] Verfertigt von Alethophilo, 1786. Stuttgart, J. Scheible 1855. 
- Hermès Trismégiste Traduction complète précédée d'une étude sur l'origine des livres hermétiques, par Louis Ménard. Paris 1866. 
- Hermes Trismegistus. The theological and philosophical works. Translated from the original Greek, with preface, notes, and indices by John David Chambers. Edinburgh 1882. 
- Hermes Trismegistus. The divine Pymander. Translated from the Arabic by Dr. Everard [1650]. With introduction & preliminary essay by Hargrave Jennings. [Ed. R.H. Fryar]. London 1884. 
- Hermes Trismegistus. The virgin of the world. Now first rendered into English with Essay Introductions. 
and Notes by Anna Kingsford and Edward Maitland. [Ed. R.H. Fryar]. London 1885.
- [Hermes Trismegistus]. The Pymander of Hermes. Ed. W. Wynn Westcott. London and New York 1894, Collectanea Hermetica, vol. II.
- Richard Reitzenstein. Poimandres. Studien zur Griechisch-Ägyptischen und frühchristlichen Literatur.
Leipzig 1904.
 
- G.R.S. Mead. Thrice-Greatest Hermes. Studies in Hellenistic Theosophy and Gnosis. London 1906, 4 pts.
Hay que decir, no obstante, que en los círculos ocultistas de la época el desconocimiento hacia el hermetismo tardoantiguo era, por lo que sé y he podido comprobar, casi total. Tan sólo unas vagas referencias a "Hermes Trismegisto", a la "magia egipcia", y otros tópicos, pero en realidad nada tangible. El ocultismo decimonónico bebe de otras fuentes, sobre todo platónicas y neoplatónicas (las más fáciles de conseguir en la época), y sobre todo de grimorios "clásicos" (de los que no sabría identificar la procedencia exacta: algunos supongo que se remontan a la Baja Edad Media y otros son de época renacentista y posterior); e ignoro qué podría conocer esta gente sobre los filósofos naturales plenomedievales y sobre las ciencias que se practicaban en el Medievo, pero desde luego no mucho, dado que las ediciones críticas y los estudios serios sobre este tema no se remontan muchísimo más allá, creo yo, de Lynn Thorndike, 1882-1965), asimismo, se nutre de alguna clase de abstrusa imaginería alquímica extraída -supongo- de algunos manuscritos de época renacentista (ss. XV-XVI), y de la que me atrevo a afirmar que no entendían nada, y de alusiones brumosas a la "cábala y sus misterios" (de esto quizás me atreva a hablar en otra ocasión, porque actualmente Moshe Idel desarrolla una labor investigadora encomiable), y en definitiva de una hipostasiada tradición ancestral que se remonta a los "gimnosofistas", a los "hierofantes", y a los "iniciados", procedentes del Oriente.

Y ahora hablaremos sobre Zanoni, sobre su autor, y sobre el entorno en el que se fraguó. ¡Hasta mañana, pues!