miércoles, 7 de noviembre de 2012

Ad fontes

“La universidad está hasta los topes de estos espíritus a medias, que por un lado husmean y por el otro intrigan y, cuando se reúnen, despiden un pestilente olor a establo”. Ernst Jünger, Eumeswil.

Saludos amigos. Retomo este cuaderno de notas a propósito del nuevo curso que está a punto de comenzar: “Las Máscaras del Mago II: Hermetismo, Alquimia y Magia”. En dicho curso, que mantiene en líneas generales un nivel académico bastante aceptable –destacable en algunos aspectos–, intervendrán grandes investigadores de nuestros campos de estudio, como Aurelio Pérez Jiménez, José Luis Calvo Martínez, Matteo Martelli, José Rodríguez Guerrero, Mar Rey Bueno, Miguel López Pérez, José Miguel Puerta Vílchez, Francisco de Mendonça y definitely at last but not in the least, Carlos Gilly.
Cuando la Dra. Natalia Arséntieva me invitó a ser coordinador del curso, este pasado verano, me pareció una oportunidad inmejorable para invitar a estos mis buenos amigos y colegas de investigación, que gravitan en torno a la SEHA (La Sociedad Española de Historia de la Alquimia), a Azogue y a Studia Hermetica, y a la CEEO-UNASUR. Estas personas están dotadas de una gran erudición y de una generosidad que no les va a la zaga, y yo me considero deudor de su trabajo. A todos les doy las gracias por aceptar finalmente mi invitación, porque mi mayor anhelo es escucharles. Ambiciono poco más, la verdad.
Y de hecho, tan poco ambiciono, que he decidido declinar la invitación de la Dra. Natalia Arséntieva a intervenir en las conferencias previstas para el día 9 y para el 21 de este mes de noviembre. En otras palabras, mis conferencias no se celebrarán. Es una decisión personal, no compartida (y al parecer, tampoco entendida) por la dirección. He prometido no revelar los motivos concretos de tal renuncia, pero como alguna razón he de dar por respeto a los asistentes, se ha debido a importantes divergencias y desavenencias con la dirección y la coordinación del curso. Quiero además que esta renuncia se interprete por los lectores de Studia Hermetica y de Azogue como un claro aviso y como un gesto: la Universidad de Granada ha de tomárselo mucho más en serio si quiere llegar a ser un foco aceptable en estos nuestros campos de estudio. De momento, este curso es una prueba innegable del buen hacer académico y del legado del Dr. José Luis Calvo Martínez, pero veo peligrar dicho legado si no se enmiendan pronto algunas actitudes, y si no se ponen al frente las personas adecuadas, y esto no se traduce en futuras sesiones de trabajo, tesis doctorales y en bibliografía de un nivel académico aceptable, en continuo diálogo con el resto de investigadores del orbe.
Hablando en un plano más general y abstracto, en España identifico un problema muy grave en esto de la investigación: muchos académicos son sujetos aposentados y comodones, ávidos de estrechar manos y jijijajajear con sus colegas, así como de viajar a cargo del común de los pecheros a congresos con el solo fin de alardear de ello entre sus amigos y allegados. De estampar sus nombrecitos en tal exposición, obra o evento (en ocasiones, rapiñando el trabajo ajeno descaradamente): “Yo estuve allí”. “Conozco a fulanito y a menganito, son grandes amigos míos, etcétera”… En realidad, no les importa ni lo más mínimo la calidad de sus aportaciones y de su trabajo, y no se preocupan de comparar dicha labor con los estándares internacionales de calidad. Es evidente: las humanidades se están ahogando en el negro pozo de la mediocridad.
¿Y qué hay de los libros, amici?, ¿qué hay del conocimiento y del placer de obtenerlo?, ¿qué hay del gusto por compartirlo con otros apasionados y amantes de las letras, las artes y las ciencias? ¿Qué ocurre con los en apariencia sencillos actos de pensar, leer y escribir? Nada: a sacar brillo a los títulos obtenidos cogiendo apuntes y a los doctorados y los másteres otorgados entre amiguetes. Algunos académicos dan más valor a celebrar certámenes para darse tono en público, que a leer y escribir correctamente. De esto ya se me quejaba, de hecho, una persona a la que admiro mucho, allá en mi Salamanca querida. Hablo del Dr. Rodríguez-San Pedro-Bezares, un gran humanista que veía con amargura cómo colegas de departamento (y catedráticos), de un nivel intelectual paupérrimo, lograban estipendios y prebendas de manera fraudulenta.
Cambiando de tercio, tengo que decir que comprendo y me identifico con la figura de Martin Venator, el protagonista de la novela de Jünger que cito en el encabezamiento. Me siento más cómodo observando y trabajando en soledad. Además, yo me debo exclusivamente a mi propia conciencia, y no encuentro mayor interés en ser agasajado en truculentos ámbitos universitarios. Tengo mi propio espacio por derecho propio, y un futuro por delante para continuar leyendo, pensando y acaso escribiendo. La posición que te da la independencia y la equidistancia es la que se me antoja más cómoda; de este modo no tienes que mancharte las manos con mequetrefes y tienes la oportunidad de aprender de los mejores, sin ambiciones más allá del conocimiento y del placer de obtenerlo.
Animaos a venir al curso, amigos. Mi renuncia no añade o quita nada a este magnífico evento. Tan sólo es un gesto que he creído justo hacer, porque mi paciencia tiene un límite, y me debo a unos principios y a unas personas que confían en mí, y a unas organizaciones académicas que han apoyado el curso y que esperan algo más que un merendero universitario. Además, quien viva en Granada o pase por aquí, y quiera escucharme o dialogar conmigo acerca de esto del hermetismo, sólo tiene que pedírmelo. No hace falta que acuda a un aula universitaria.
Es más, probablemente el viernes (si todo va bien, claro), se inaugurará una exposición de libros que voy a comisariar. No es nada del otro mundo: he querido que aquellas obras sepultadas en las bibliotecas de la universidad salgan a la luz por unos días, con el fin de que la comunidad universitaria se detenga en ellas por unos instantes, al menos. Que las contemple y lea el catálogo de la exposición, y que una vez regresen a sus estanterías, no se pierdan en el agujero negro del olvido, sino que sean continuamente acariciadas, leídas y devoradas, sobre todo por los estudiantes. En Salamanca ya me quejaba de que esto era así, de que muchas joyas del saber habían caído en el ostracismo, pero aquí en Granada el asunto es esperpéntico: la peña acude a las bibliotecas a cuchichear, a sacar fotocopias y a subrayar sus pegajosos apuntes. 

En fin, mi participación a partir de ahora se reducirá a ocuparme de esta muestra de libros y de mis invitados; y estad atentos, porque de vez en cuando iré dejando informaciones y materiales en la sala dedicada a la muestra, enfrente de la biblioteca general de la Facultad de Letras, para que todos aquellos interesados hagan uso de ellos. En cuanto a la muestra en sí, básicamente se mostrarán las portadas impresas de esas fuentes “escondidas” por obra de siniestros funcionarios, en la caja fuerte obsoleta y oxidada que hoy por hoy constituye la biblioteca del Hospital Real, así como algunas de las ediciones críticas de los textos que manejamos habitualmente. El resto de títulos a mostrar son aquellas monografías y estudios de algún modo importantes para el estudio académico del hermetismo y sus corrientes aledañas.
Nada más, amigos. Muchísimas gracias por vuestra atención.