sábado, 24 de enero de 2009

Angustia, intimidad, serenidad (Segunda Parte)


“¿Qué otra imagen de aquél habría salido más bella? ¿Qué otro fuego habría sido mejor imagen del Fuego de más allá que el fuego de acá? ¿Qué otra tierra fuera de éstas después de la Tierra de allá? ¿Qué esfera más exacta, más augusta, más regular en su movimiento después de aquella circuninclusión del cosmos inteligible en sí mismo? ¿Qué otro sol, después del inteligible, preferible a éste visible?” Plotino. Enéada II. 9.
Tenía yo ganas de seguir con los argumentos de mi anterior entrada, y ahora más que nunca dadas mis actuales lecturas; de hecho, se da el caso nada extraño de que la mercachiflería gasística me ha dado con la puerta en las narices, con lo que tendré más tiempo para mis estudios (hasta mi próximo y seguro que utilísimo empleo). A lo que iba. Decía el pasado domingo que pretendía poner en valor el pensamiento helenístico, como el propio Long, y decía también que la época en la que acontece la universalización de la cultura helénica es una de las más interesantes que han existido.

Pues bien, me resulta muy curiosa esa tendencia general de la historiografía de la época a meterlo todo en el mismo saco. Por poner un ejemplo, se compara con una ligereza pasmosa las brumosas tradiciones gnóstico-cristianas y la filosofía (neo)platónica de Plotino, y a su vez, la gnosis helenístico-egipcia hermética con el estoicismo, o con ciertas filosofías medioplatónicas y neoplatónicas (a partir del viraje decididamente "religioso" dado por Jámblico). No niego (no podría hacerlo) que todas las filosofías del periodo tomen topos filosóficos, ocertaines habitudes scolaires de la época, pero de ahí a compararlas tan alegremente va un paso de gigante. Todas estas filosofías gnósticas, platónicas y, en general, helenísticas, a pesar de que muchas veces utilicen un vocabulario parecido (aunque con frecuencia ni siquiera se podría afirmar esto, pero bueno), no tienen nada que ver entre sí. Invito al historiador que no esté de acuerdo a que imagine las diferencias entre un romano acomodado de talante filosófico ecléctico (como Cicerón), y un egipcio helenizado de orientación estoica como fue el sacerdote Queremón, nada más y nada menos, que uno de los preceptores del emperador Nerón junto con el mismísimo Séneca.

La escuela platónica, por ejemplo, nunca predominó entre el vulgo, dada su fuerte carga elitista y soteriológica; por otro lado, el estoicismo fue, y con mucha distancia de sus competidoras, la filosofía que cincelaría el destino de la civilización helenística al menos durante el Alto Imperio, y cuando uno echa un vistazo a la envidiable arquitectura filosófica y humanística del Derecho Romano contenida en el Digesto (el cuerpo central de la compilación justinianea) deja de tener dudas al respecto.

Resulta fácil imaginarse, y en esto todos los historiadores están de acuerdo y se han escrito páginas brillantísimas, el choque que supuso para los griegos el que su pequeño mapa mediterráneo se convirtiera en un Imperio Oriental de mayor envergadura que el persa aqueménida. A los griegos y macedonios aún les quedaba mucho camino que recorrer y mucho que aprender sobre los pueblos que ahora dominaban, y en ese largo camino se encontrarían solos y asustados en una inmensidad que sobrepasaba la apacible serenidad de los diálogos "atenienses" de Sócrates (Platón). La "piedad popular" griega, en otras palabras, los cultos tradicionales de la Hélade en general, y de las polis en particular, comenzarían a perder sentido para los nuevos colonizadores-conquistadores de esas extrañas tierras orientales, imponiéndose un nuevo sentimiento religioso más íntimo e individualista al principio, y tras la irrupción del cristianismo, más coherente y organizado, sin perder en ningún momento el valor dialéctico e intelectualizante propio de "lo griego". De cualquier manera, queda claro que existen muchas diferencias entre las filosofías mediterráneas de la época, y no creo que a un positivista y a un fenomenólogo actuales les gustase que se les metiera sin más en el mismo saco por la historiografía de un futuro lejano.

En realidad, esto lo digo por mis actuales y teúrgicas lecturas, debido a que preparo con gran ilusión un artículo sobre filosofía hermética y teúrgia, para la Revista internacional de investigación sobre magia y astrología antiguas; en particular, ahora estoy leyendo la obra de Shaw (que por lo que veo, es uno de los- mejores especialistas en la materia), Theurgy and the Soul: The Neoplatonism of Iamblichus (Pennsylvania State University Press, 1995), y por lo que he leído hasta el momento, su argumentación, aunque es magnífica y demás, a veces es excesivamente deudora de la obra de Dodds. A pesar de esto, resulta fascinante observar la evolución de la filosofía platónica, que desde mi punto de vista deja de ser tal con Jámblico, que instituye una praxis teúrgica que se aparta peligrosamente de las posiciones "racionales" o en definitiva, del logos platónico, para instaurar una filosofía mística de marcado carácter ¿oriental?, que en su argumentación teórica se toma excesivas libertades con la obra de Platón. El filósofo ya no se eleva estética, filosófica o místicamente -metafóricamente- al theos, sino que él mismo se encarga de la labor demiúrgica de aquél; el filósofo-demiurgo (el teúrgo, en una palabra), relevará de esta manera al filósofo helenístico al uso. Un hecho que supuso un paso atrás en la filosofía griega, pero que le vendría de maravilla a Juliano para su política religiosa frente al pasmoso avance del cristianismo.

Volviendo a esta nueva dimensión filosófica (y a veces religiosa), alcanzada por los griegos, y me refiero al mayor individualismo en su relación con lo divino y su progresivo alejamiento de los antiguos cultos tradicionales, si fuera cierto deberíamos tener constancia de ello en el arte; y de hecho, así es. Hace tiempo me llamó mucho la atención esta escultura realizada por la escuela de Pérgamo.

Se trata de la representación de un gálata moribundo; la belleza de esta escultura creo que se vislumbra por sí misma: a pesar de la caída, de la tragedia de este hombre, en su pose vencida y su desnudez ante la muerte inminente, se vislumbra grandeza y serenidad. Una lúcida serenidad que convierte a esta obra de arte en un tributo al enemigo caído y en un retrato de la propia actitud vital helenística, una actitud vital que nada tenía ya que ver con aquella idealización de la belleza forjada por Praxíteles siglos atrás. Se instaura de este modo una nueva visión del hombre, una visión puede que no más pesimista acerca de su lugar en el cosmos, puede que no más consciente de su vulnerabilidad ante la anánke (recordemos las bellas tragedias de Sófocles), pero de algún modo sí más lúcido, más maduro; al fin y al cabo la civilización helenística había alcanzado su madurez durante la juventud de la advenediza Roma. Alejandro quería alcanzar el extremo del mundo, consiguiendo en el transcurso de esa loca empresa algo más: alcanzar las profundidades del alma humana, fundirse con los otrora pueblos bárbaros, para lograr la idea de una sola humanidad educada en los modos helenísticos. Lucidez, madurez, quizás desencanto, quizás como ahora.

He subido otros tres trabajos del Sr. Calvo Martínez, al que vuelvo a agradecer su infinita amabilidad. Imagínense ustedes la obligación que puede tener una personalidad de su talla para con un humilde estudiante de Historia como yo, y con qué generosidad muchas de las puertas que he tocado se han abierto.

domingo, 18 de enero de 2009

Angustia, intimidad, serenidad


"El tiempo de la vida humana es un punto; su sustancia, fluida; su sensación, oscura; la unión de todo el cuerpo, corruptible; su alma, vagabunda; su azar, inexplorable; su fama, indiscernible. Para decirlo de una vez: todo lo del cuerpo es un río; lo del alma, sueño y vapor; la vida, una guerra y un exilio, y la fama póstuma, olvido. ¿Qué es lo que nos puede guiar? Sólo y únicamente la filosofía". Marco Aurelio. Meditaciones, II, 17.
Comienza un nuevo año en la página y, la verdad, no me parecía oportuno retomar este cuaderno sin llevar a cabo una digna actualización. Bueno, el resultado está ahí, y espero que ésta sea una nueva semilla que dirija mejor mis pasos durante todo el 2009. Pero dejo para más adelante una descripción detallada de las actualizaciones. Ahora deseo hablar de una de mis obsesiones en el campo de la historiografía aledaña a la Historia de la Filosofía Hermética tardoantigua, es decir, la tan comentada "crisis" del siglo III, o mejor dicho, el largo periodo que va desde las conquistas alejandrinas del Oriente (s. IV a. C.) hasta, por decir algo, el reinado de Juliano César ya en pleno siglo IV d. C.; se trata, como se ve, de un larguísimo periodo en la historia de nuestra civilización, y además se da la circunstancia de que se trata de un periodo de una complejidad enorme y de un interés capital para entender nuestro propio mundo moderno. Asimismo, el estado de nuestras fuentes con respecto a este periodo es definitivamente nefasto (de hecho, las fuentes escasean casi completamente en lo referente a ciertas filosofías helenísticas como el epicureísmo y el estoicismo, por ejemplo). Es más, si no fuera por la encomiable labor de conservación llevada a cabo por Bizancio hasta los albores del mundo moderno, poco podríamos decir acerca de muchos textos no sólo filosóficos del periodo helenístico y romano del Alto, y sobre todo, del Bajo Imperio. El relativo aislamiento de Europa durante la Alta Edad Media, no pudo ensombrecer el inmenso y decisivo legado del conjunto de la civilización helenística en el mundo mediterráneo, que dio frutos tan jugosos como la filosofía hermética que nos ocupa.

Decía Anthony A. Long en la introducción a su manual de cabecera La filosofía helenística: estoicos, epicúreos, escépticos, que la filosofía helenística "es a menudo considerada como un insípido producto de pensadores de segunda categoría, que no pueden ser puestos en comparación con Platón y Aristóteles" (Revista de Occidente, 1977, p. 9), y a continuación nos dice que precisamente la finalidad del manual en cuestión será la de poner en valor este largo periodo (desde la muerte de Alejandro, en el año 323 a. C. hasta el comienzo del principado de Octavio, tras la batalla de Actium en el año 31 d. C.). Comento estas palabras de Long y doy esta cronología convencional con el fin de apuntar dos cosas: la primera que yo también pretendo poner en valor este larguísimo periodo de tiempo, y segunda, y siguiendo con el argumento, que desde mi punto de vista, sería más útil para los historiadores prolongar el periodo helenístico hasta el colapso del Imperio Romano de Occidente (476 d. C.), es decir, cuatro siglos más. ¿Y esto por qué?, pues nada menos que porque es precisamente bajo dominación romana cuando la civilización helenística se afianza en todos los pueblos del Mediterráneo, hasta alcanzar el grado máximo de expansión y fortaleza con el que habitualmente lo reconocemos, en el momento justo en el que los "pueblos bárbaros" (a ojos griegos) sean los llamados a hacerse con las riendas de la civilización y del pensamiento griegos.

Todo esto viene a cuento, en realidad, por mi relectura de las Meditaciones de Marco Aurelio, una bellísima joya del pensamiento escrita en griego por un romano de una gens de origen español... Desde mi punto de vista, esta mezcla cultural y racial bajo una misma administración, es la que convierte a la civilización helenística de la Antigüedad Tardía en un engranaje cultural asombroso, que de hecho no volvería a repetirse hasta nuestros días. Por lo tanto, aparte de constituir un objeto de estudio fascinante para los historiadores, se da la circunstancia de que contiene muchas de las claves "antropológicas" para la comprensión de nuestro propio mundo, y en particular en lo que tiene que ver con las difíciles relaciones interculturales entre las comunidades, y de éstas con la estructura jurídico-política dominante, sea ésta helenística o romana. No obstante, frecuentemente se suele hablar de esta época en los términos subjetivos de "crisis", "irracionalidad", "decadencia", "angustia", "huida", "misticismo", "soledad", etc. Desde luego, es indiscutible que fue una época difícil para sus contemporáneos, pero de ninguna manera veo la relación entre esto y una supuesta decadencia filosófica, sobre la base de estos epítetos tan siniestros e inquietantes. Lo mismo, por ejemplo, podría decirse de los siglos XIX y XX, y es precisamente durante estos dos últimos siglos cuando más ha crecido nuestra comprensión del "macrocosmos" que es el funcionamiento general del Universo, y del "microcosmos" humano, y cuando más se han mezclado (y matado) las culturas humanas a lo largo del mundo.

En resumen: las etapas helenísticas no son etapas de decadencia y ruina, y desde luego las filosofías helenísticas y las gnósticas no tienen por qué ser el chivo expiatorio de las hambrunas, las pestes y las crisis sucesorias. De hecho, el sincretismo religioso y el "mestizaje ideológico" darían como resultado filosofías tan bellas como el estoicismo, el neoplatonismo, el cristianismo o el propio hermetismo. Es evidente, por otro lado, que la calidad dialéctica de éstas queda en entredicho al leer las monumentales obras de los dos pilares básicos de nuestra civilización: Platón y Aristóteles, pero esto no es así cuando nos centramos en hechos históricos tan notables como la extensión universal de la cultura griega, o la propia calidad estética de las filosofías producidas por los pueblos bárbaros, que dan la razón al mismísimo Sócrates (en el Fedón) cuando en su lecho de muerte conminaba a sus discípulos a buscar la sabiduría no sólo entre los griegos, sino también en los pueblos bárbaros. Desde luego fue así; los continuadores de la filosofía griega clásica y presocrática fueron, de hecho, "orientales", desde Zenón de Citio hasta Plotino o Jámblico.

Volviendo a la citada obra de Marco Aurelio, no puedo sino admirar la calidad poética de sus razonamientos. En éstos se vislumbra de todo menos una huida irracional de la sociedad, como deja claro esta magnífica sentencia:
"El arte de vivir es más semejante a la lucha que a la danza, por el hecho de que hay que mantenerse inamovible y preparado para lo que nos pueda caer y nos sea desconocido" (Med. VII, 61).
Desde mi punto de vista, resulta ejemplar esta obra del estoicismo romano tardío, y junto a otras obras que me inspiran equivalente serenidad, como el Fedón y el Banquete platónicos o la Consolación de la Filosofía de Boecio, la Docta Ignorantia de Nicolás de Cusa, o el De Amore de Ficino, por poner algunos ejemplos, pertenece por derecho propio al rinconcito que reservo a mis obras filosóficas de cabecera. Todas estas obras son profundamente "humanas", lúcidas y, sobre todo, de gran calidad estética (como buenas obras platónicas que son), y de hecho todas estas obras de carácter ético, teológico, etc., resultan doblemente admirables al tratarse de producciones literarias y filosóficas realizadas por personas curtidas en vidas durísimas, como la vida de nuestro Princeps Marco Aurelio Antonino, por ejemplo.

En cuanto a las actualizaciones, he puesto en práctica algunas de mis obsesiones, a saber: he creado una sección dedicada a la filosofía hermética (por supuesto, comenzando por el hermetismo tardoantiguo), que poco a poco iré desarrollando con más epígrafes, así como con nuevas aportaciones históricas a los textos fundadores (medievales, renacentistas, teosóficas, ocultistas, etc.). Por otro lado, he mejorado sustancialmente las secciones destinadas a la bibliografía y a los enlaces (¡ya iba siendo hora!). Asimismo, he mejorado en algo la sección dedicada al hermetismo técnico, anotando el texto existente y ordenando mejor la bibliografía. Finalmente, he incorporado a la biblioteca el trabajo del Sr. Calvo Martínez "La magia en la Grecia Arcaica y Clásica", orig. public. en Daímon Páredros: magos y prácticas mágicas en el mundo mediterráneo, coord. por Gonzalo Cruz Andreotti, Aurelio Pérez Jiménez, 2002, pags. 79-106, al que por supuesto he de agradecer enormemente su gran amabilidad y generosidad (además, me ha prometido otros trabajos suyos que espero subir a la página en breve). Además, he subido la muy útil cronología hermética expuesta en el segundo volumen de la obra Magia, alchimia, scienza dal '400 al '700. L'influsso di Ermete Trismegisto/Magic, Alchemy and Science 15th-18th centuries. The influence of Hermes Trismegistus, ed. de C. Gilly and C. van Heertum, eds. Florence, Centro Di, 2005, pp. 9-12, así como un trabajo del Sr. Petkovic que trata sobre la cosmovisión patriziana ("A new look at Patricius' theories of space as an argument for the copernican-patricius principle in modern cosmology"), y que el mismo autor me envió hace algunos meses. ¡Espero que todas estas aportaciones sean de ayuda para alguien!