viernes, 12 de junio de 2009

Lux Perpetua


"Le temps de l'épreuve est passé por lui. Les mystérieuses portes de l'au-delà. Afterlife, devant lui se sont ouvertes. Puisse, au sortir des ombres troubles de ce monde et des temps iniques où il a vécu, son âme douce et généreuse, si respectuesement sceptique, trouver ce qui fut l'object de ses dernières recherches dans l'ordre historique, et aussi de ses dernières préoccupations dans l'ordre spirituel, in Luce perpetua sempiternam Requiem".
Este párrafo, incluido en una edición póstuma de la conocida obra de Franz Cumont (1868-1947), Lux Perpetua (París: Librairie Orientaliste Paul Geuthner, 1949), e inserto como corolario a una biografía introductoria del autor, me servirá para introducirme en el tema del que trataré en esta entrada. En realidad, esta obra de Cumont no versa sobre hermetismo o gnosticismo, sino que describe las diversas concepciones escatológicas y soteriológicas greco-latinas, desarrolladas en las obras literarias y filosóficas de la Antigüedad, con especial referencia al platonismo en lo que se refiere a la Antigüedad Tardía. No obstante, he decidido comenzar con estas palabras porque me han parecido muy bellas, y, la verdad, me gustaría que alguien hablara así de mí una vez muerto.

Pero hoy no hablaré de soteriología griega (o al menos no de esa clase de trascendencia), sino del tratado más conocido y divulgado -junto con el Asclepio- de los Hermetica, a saber: el Poimandres (CH I). La idea me vino al leer el estudio introductorio que hace Louis Ménard en su edición de los textos herméticos (concretamente esta edición recoge los logoi del CH I al CH XIV, así como el Asclepio y algunos extractos de Estobeo, junto con lo que se denominaba Definitiones Asclepii -CH XVI-XVIII), y que tras un somero vistazo, uno descubre que el comentario realizado en la página de la Bibliotheca Philosophica Hermetica es del todo acertado:
"Ménard is the first to place the hermetic texts in the perspective of the study of comparative religions, using insights obtained from the still nascent discipline of Egyptology and the study of Hellenistic mystery religions. (...) With Ménard, some two and a half centuries after Isaac Casaubon, interest in the Egyptian background of the hermetica is rekindled".
Desde luego, esta magnífica y "elegante" edición de Ménard, pese a sus importantes lagunas "científicas" (falta de un aparato crítico solvente: notas, bibliografía, aclaraciones y una adecuada estructuración de los textos), no deja indiferente al lector, sobre todo si éste es moderno, y lo lee a la luz de los muchos estudios sobre hermetismo tardoantiguo, antes y después de Nag Hammadi. Además, resulta muy reveladora su calidad académica, sobre todo teniendo en cuenta la infumable edición anterior de Parthey (Hermetis Trismegisti Poemander, 1854). En realidad, me fijé con grata sorpresa en que Ménard pone en relación al discurso gnóstico desarrollado en el Poimandres y el Evangelio de San Juan, que, como todo el mundo sabe, es el Evangelio más "gnóstico" de los cuatro canónicos. Y la comparación era más o menos la siguiente:

CH I 6: "...aquella luz soy yo, el Pensamiento, tu Dios, el que existe antes de la naturaleza húmeda surgida de la oscuridad, y la luminosa Palabra surgida del Pensamiento es el Hijo de Dios".

San Juan 1, 1: "En el principio existía el Verbo,/ y el Verbo estaba con Dios,/ y el Verbo era Dios".

CH I 6: "Son indisociables uno de otro y su unión es la vida".

San Juan 1, 2: "Él estaba en el principio con Dios".

CH I 10: "...la Palabra divina se separó de los elementos descendentes, y, dirigiéndose hacia esa parte pura de la naturaleza que había sido creada, se unió al Pensamiento creador -pues le era consustancial-".

San Juan 1, 3: "Todo fue hecho por Él, /y sin Él nada se hizo".

CH I 12: "...padre de todas las cosas, vida y luz..."

San Juan 1, 4: "Cuanto ha sido hecho/ en Él es vida,/ y la vida es la luz de los hombres".

CH I 4-5: "Había entonces, surgida en una parte (de la luz), una tiniebla descendente que, espantosa y sombría, se esparcía tortuosamente en forma de <serpiente>, en lo que pude entrever. Y la tiniebla se transformó en una suerte de naturaleza húmeda que comenzó a agitarse de forma imposible de expresar mientras exhalaba un vapor similar al que produce el fuego y a emitir una especie de ruido, como un lamento indescriptible. Surgió de ella un gemido sin articular que me pareció un sonido de fuego. Salió entonces desde la luz una Palabra santa que alcanzó la naturaleza y un relámpago violento saltó hacia afuera, desde la naturaleza húmeda hacia arriba, hacia las alturas".

San Juan 1, 9: "Existía la luz verdadera,/ que, con su venida a este mundo,/ ilumina a todo hombre".

Como se puede comprobar al leer estos fragmentos, tanto en el Poimandres, con mucho el tratado más gnóstico, como, por ejemplo, en el tratado CH XIII y el Discurso de la Ogdóada y la Enéada (NH 6), podemos ver trazas de un discurso puramente gnóstico, caracterizado por un diálogo de revelación entre maestro y discípulo, en el que este último trata de "ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza y llegar a conocer a Dios" (CH I 3)
Sobre el gnosticismo ya he dicho algunas cosas en otras entradas de este cuaderno, pero mucho ha de decirse todavía sobre la estrecha relación entre las filosofías gnósticas más estudiadas en cuanto tales (como el gnosticismo valentiniano, por ejemplo), y el hermetismo. O en palabras de John Dillon, "the whole subject of Hermetic metaphysics requires further careful study" (en The middle platonists: a study of platonism: 80 B.C. to A.D. 220, London: Duckworth, 1977, p. 392). En efecto, nadie podría expresarlo mejor, y además el Sr. Dillon afirma un lugar común desde el mismo Ménard: que el autor del Poimandres pudo tener en mente el Génesis a la hora de su ejecución; sobre esto, Ménard dice algunas cosas interesantes:
"Il est très-probable que le Poimandrès et le l'Évangile de saint Jean ont été écrits à des dates peus éloignées l'une de l'autre, dans les mileux où les mêmes idées et les mêmes expressions avaient cours, l'un parmi les Judaeo-Grecs d'Alexandrie, l'autre parmi ceux d'Éphèse" (p. LV).
Llama la atención que Ménard hable de estos hermetistas como "greco-judíos", y no como egipcios. Esto se debe con seguridad a que este gran sabio decimonónico veía en el hermetismo una amalgama desde luego no contradictoria (como diría Festugière muchos años después), pero sí de origen dispar: griego, hebreo y egipcio. Bueno, independientemente de nuestra opinión sobre esta forma de abordar los textos herméticos, lo que está claro es que la idea de un "origen dispar" es una idea interesante, que creo se ha venido confirmando con el tiempo. Me refiero a que no creo que nadie pueda dudar de que existe no uno, sino varios hermetismos: un "hermetismo puramente gnóstico" (ejemplificado en los textos citados más arriba), un "hermetismo peripatético" (CH IIB; y el pseudo-aristotélico De Mundo), un "hermetismo estoico" (por ejemplo, CH III, CH V), un "hermetismo platónico-dualista" (por ejemplo, CH VI), un "hermetismo platónico-monista o pitagorizante" (CH XI,Asclepio), incluso un constructo doctrinal (CH X), y finalmente un "hermetismo egipcio" (CH XVI, SH XXIII Koré Kosmou). Esto no quiere decir en ningún caso que el hermetismo sea una doctrina "contradictoria", sino muy al contrario, que el hermetismo es el producto de una época de sincretismo y fusión, por lo que durante su desarrollo durante al menos tres siglos, las contribuciones llegarían a ser abundantes y por supuesto dispares, como corresponde al "circo helenístico", un circo que fue magistralmente descrito por Lewy en su Chaldaean oracles and theurgy: mysticism magic and platonism in the later Roman Empire (París: Etudes Augustiniennes, 1978, p. 399):
"However, this mixture could not be acomplished without reciprocal modification of the oriental religions by the action of the Hellenistic ideas. These manifest their inmense vitality in many instances and assimilate or disintegrate the Oriental substance. The Orientalizing of Hellenistic speculations runs parallel with the Hellenizing of Oriental religions doctrines, or, in personal terms, the preachers of the sacred traditions of the East succumb to the intellectual power of Greek theory and become the mouthpieces of its fashion of thought and speech".
Esta fusión cultural, retomando el tema del Poimandres con el que iniciaba esta entrada, queda clara tanto en la citada obra de Dillon (nota 2, p. 389), como en el artículo “Poimandres: The Etymology of the Name and the Origins of the Hermetica”, en From Poimandres to Jacob Böhme: gnosis, hermetism and the Christian tradition, Ámsterdam: Brill, 2000, pp. 41-76, de Peter Kingsley, un señor muy enfadado con los círculos académicos y con el padre Festugière. En cualquier caso, la etimología del término Poimandres, como muchas otras cuestiones en el hermetismo, dan para especular lo que se quiera, y yo no puedo sino remitir a las obras de estos especialistas. Pero por encima de todo, las distintas traducciones y orígenes del propio título del tratado nos indican la naturaleza de la filosofía hermética y el trasfondo cultural que propiciaría el helenismo, tanto en Alejandría como en el resto de Egipto y en el conjunto de reinos y ciudades helenísticos.

Lo que es cierto es que no se puede hablar, como hizo el gran J. Dillon, de un underworld of Platonism o de subphilosophical phenomena para referirse al gnosticismo, el hermetismo, los Oráculos Caldeos, etc.; estos epítetos tan gratuitos y valorativos no hacen sino poner en evidencia a quienes los enuncian. Hay que aprender a ubicar el sentido de cada época histórica, y en cualquier caso no corresponde al historiador valorar la calidad dialéctica de la filosofía estudiada. Y el gnosticismo es una filosofía mística desarrollada fundamentalmente a partir del s. II d. C., cuya calidad estética es indudable, pero por supuesto, más allá de su valor estético y demás, su importancia histórica es incalculable, dado que daría lugar al cristianismo, uno de los pilares fundamentales de nuestra civilización actual; y lo mismo, claro está, lo podríamos decir acerca del hermetismo y su importancia en los albores del mundo moderno.

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