martes, 21 de octubre de 2008

La Granada Geocósmica


No cesaremos de investigar,
y al final de nuestro camino llegaremos al lugar del que partimos;
y descubriremos aquel lugar por primera vez.
 Thomas S. Elliot.
Estos bellísimos y muy apropiados versos expuestos por el Sr. Sequeiros al final de su interesante obra El Geocosmos de Athanasius Kircher: un encuentro con la filosofía y con la teología desde las ciencias de la naturaleza en el siglo XVII (Granada: Facultad de Teología de Granada, Departamento de Publicaciones y Marketing, 2001), me servirán bien para inaugurar esta nueva etapa en mi vida, así como en esta página. Se acaba de este modo mi fructífero paso por la Universidad de Salamanca, abrazando de nuevo con ilusión la ciudad de la Alhambra, que por otro lado recordaba con mucho cariño, y a la que no he dejado de visitar estos años.

A lo nuestro. La figura, la talla intelectual de Leandro Sequeiros, eminente teólogo y científico vinculado a la Facultad de Teología de Granada, es precisamente la que hoy deseo apenas introducir, y además me servirá de digno prefacio para este nuevo comienzo. Me interesa mucho el modelo no sólo académico del Sr. Sequeiros; considero que aunar fe y ciencia es una consecuencia afortunada de la sabiduría, y sobre esto ya he dicho algo, refiriéndome a Patrizi y a Einstein. En el caso del Sr. Sequeiros, este hecho cobra la importancia de una verdadera hazaña, lo que es signo muy cierto de su grandeza como hombre cristiano y como hombre de ciencia; digo que es una "hazaña" debido a que en los tiempos que corren los particularismos, los reduccionismos y los sectarismos escasamente justificados, llevan a los hombres dedicados al quehacer intelectual a una excesiva y a veces absurda especialización, un fenómeno lamentable que empobrece el discurso filosófico en todos los ámbitos del saber. Por eso, como digo, admiro la labor del Sr. Sequeiros.

El Sr. Sequeiros realiza una interesantísima aproximación, como historiador de la ciencia, al núcleo fundamental del crisol científico que supuso el Barroco para la civilización europea. En particular, estudia la concepción pre-científica kircheriana del "Geocosmos", que explicada por el propio Kircher, nos informa de lo siguiente:
"El globo terráqueo, al que llamamos Geocosmos o mundo terrestre, al ser fin y centro de toda la creación fue dispuesto por la divina sabiduría hacedora de todas las cosas con arte e industria para todas las fuerzas del universo y cualquier propiedad particular que se esconde en los globos de las estrellas se vea también en él como resumido en un epítome" (Mundus Subterraneus, L. II, cap. I, citado por Sequeiros en la p. 70).

Es decir, y así lo explica el Sr. Sequeiros, la visión geológica de Kircher es una visión "organicista", en el sentido de considerar a los procesos físico-químicos de la Tierra como los generados por un enorme organismo vivo, dispuesto por Dios para cumplir su función de nodriza armónicamente. De esta manera, Kircher entra de lleno en la polémica de la época sobre la verdadera naturaleza de los procesos geológicos operados en las entrañas de la Tierra, es decir, en la cuestión de la formación de los metales, la vulcanología, o simplemente en la propia realidad del interior de nuestro planeta (o dicho de forma llana: entre otras, las tesis que defienden la vacuidad del núcleo terrestre frente a la concepción kircheriana de un núcleo central ígneo, etc.).

Considerar los procesos físico-geológicos como elementos que obedecen a una Harmonia Mundi orquestada por Dios, como mónada fundamental vinculada hacia su receptáculo material, desde mi punto de vista nos remonta, en un primer momento, al Timeo platónico y en general al resto de conceptos neopitagóricos, pero sobre todo nos remonta al materialismo estoico, y quizás de forma indirecta a la filosofía hermética, al vincular el Macrocosmos (sobre el modelo de Tycho Brahe, dicho sea de paso), con el Microcosmos terráqueo, en el sentido habitual helenístico y estoico de correspondencia celeste, adaptado, como bien sabemos, por el conjunto de filosofías místicas altoimperiales como el medioplatonismo, el hermetismo, el neoplatonismo y el gnosticismo.

El Sr. Sequeiros, y aquí nos vamos a permitir una pequeña crítica, etiqueta indistintamente a estas influencias filosóficas de "neoplatónicas", quizás siguiendo en exceso la obra de Capel Sáez, La física sagrada: creencias religiosas y teorías científicas en los orígenes de la geomorfología española, cuando lo que es cierto es que deberíamos hablar, creo yo, de una influencia decididamente estoica o incluso hermética (quizás ni siquiera haría falta usar el concepto de "tradición mágica" para referirse a este tipo de pensamiento). Pero bueno, si bien deberíamos aprender a identificar correctamente las fuentes filosóficas y religiosas en cada caso, esto no es esencial cuando lo que pretendemos es hablar de las "teorías físicas" imperantes y en liza durante el siglo XVII, que de hecho es lo que plantea el Sr. Sequeiros.

De cualquier manera, y es lo que deseo introducir aquí, este organismo vivo (el Geocosmos) esbozado por Kircher desde 1654 (en su Iter Extaticum Coeleste et Terrestre), en el que nuestro humilde y sabio jesuita es conducido desde las más altas esferas por el ángel Hidriel, y hasta las más recónditas profundidades por el ángel Cosmiel, me reafirma en lo que he dicho en otras entradas de este cuaderno: las filosofías de corte platónico han encontrado desde el Renacimiento nuevas sendas "epistemológicas", sólo exploradas ampliamente con posterioridad por el conocimiento científico. Aunque, por supuesto, debemos ser muy cautos a la hora de analizar esta pretensión holística (religiosa y científica) del (neo)platonismo y hermetismo de todo orden y condición, y su verdadera contribución al desarrollo de las ciencias a partir del siglo XVII.

Desde luego, lo que es cierto es que este interés por la materia se encuadra en una visión optimista de la Creación, una visión que ha encarnado muy bien la Compañía de Jesús a lo largo de su historia, en el sentido de proponer como algo útil la exploración (científica) de la realidad "sublunar". Hoy en día estas cuestiones no se discuten demasiado, pero sin lugar a dudas son esenciales para comprender el cambio de paradigma operado desde hace siglos durante el fragor de la batalla no sólo ideológica en Europa.

Para acabar, me gustaría decir que espero llevar a cabo una remodelación a fondo de la actual configuración de la página. Una y otra vez le doy vueltas a la cuestión de cómo ampliar de forma útil la forma y el fondo de Studia Hermetica, y creo que no vendría mal, por ejemplo, un buen "diccionario hermético" (¡a ver si consigo acceder de una vez por todas el Dictionary of Gnosis and Western Esotericism, dirigido por Hanegraaff y editado por Brill!), que ayudara tanto al neófito como al especialista a colocar cada cosa en su sitio. Aunque, la verdad, tanto por recursos bibliográficos (por la escasez de éstos, digo), como por el enorme trabajo que se me figura supondría dicha empresa, aún pienso y trabajo sobre ello muy lentamente. No obstante, espero que en breve haya alguna novedad importante... Y no es para menos contando con que ahora me encuentro en una nueva institución universitaria, dotada, entre otras cosas, de nuevas y diferentes fuentes y recursos bibliográficos.

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