miércoles, 27 de agosto de 2008

Ex Oriente Lux


Pues los griegos, rey, sólo tienen palabras vacías, eficaces sólo para la demostración; y eso mismo es la filosofía griega: ruido de palabras. Pero nosotros no usamos palabras sino sonidos llenos de eficacia (CH XVI 2).
Bien, debido a que actualmente estoy estudiando, con muchísimo gusto por cierto, el periodo helenístico de la Historia de Grecia, creo que va siendo hora de que deje aquí algunas impresiones sobre esto. Además, me servirá para introducir un esquema general del ambiente en el que surgió el hermetismo y otros sincretismos filosófico-religiosos durante este periodo.

Lo cierto es que siento esta "época helenística" muy cercana a la propia. El propio Graham Shipley, autor de una obra básica para el entendimiento de este periodo (El mundo griego después de Alejandro 321-30 a. C.), deja constancia en la introducción de algunos ejemplos de esta impresión, de la mano de la historiografía moderna: W. W. Tarn, Mijail Rostovtzeff, Arnaldo Momigliano, Moses Hadas, F. W. Wallbank, y sobre todo Peter Green, que "ve reflejadas en todas las instituciones y procesos políticos una desilusión posmoderna" (p. 31, Barcelona: Crítica, 2001). De cualquier modo, creo que Shipley no aclara muy bien la interesante visión de estos historiadores (entre otras cosas, debido a que no tiene por qué hacerlo), unos historiadores que a pesar de plantear un acercamiento a la cuestión desde diferentes métodos de estudio, comparten la misma inquietud sobre este oscuro periodo de la civilización griega. Pues bien, trataré de aclarar por qué considero que nuestro mundo posmoderno se acerca a esas enormes "Grecias" orientales.

En primer lugar, debido a la extensión territorial de la cultura helenística tras las conquistas de Alejandro y la división del imperio con los diadocos. Desde las fronteras indias hasta el Egipto pos-aqueménida. Por primera vez en la historia, una élite greco-macedónica (es decir, helenística u "occidental", como actualmente diríamos), se hacía con el control de la administración de los dos mayores imperios antiguos, a saber: el Imperio Persa Aqueménida y su díscola provincia egipcia. Con el tiempo y las continuas luchas de los sucesores de Alejandro, este imperio persa se tornaría Seleúcida, con mucho el mayor y más complejo reino helenístico. En Egipto, como ya sabemos, se implantaría la dinastía de Ptolomeo, y ambos reinos caerían sólo bajo el irresistible empuje de Roma, que en la práctica venía ejerciendo de árbitro en el Mediterráneo muchos años antes de su victoria sobre Macedonia y el Imperio Seleúcida, y de la anexión pacífica (por extraño que parezca, por herencia), de Egipto. Pues bien, este enorme escenario donde el Helenismus (término acuñado por el historiador Droysen) dominaba la escena político-militar (y en algunas ocasiones la cultural), daría lugar a la primera y más grande interculturalidad entre oriente y occidente de la Historia. Así llegamos a la siguiente cuestión.

En segundo lugar, la extensión territorial de "lo helénico" daría lugar a muchas tensiones de orden cultural, que afectarían sobre todo al sentir cotidiano de los contemporáneos. Los griegos y los macedonios podían morar ahora, y además en calidad de élite social, en tierras tan distantes y con tradiciones culturales tan antiguas como Mesopotamia, la India, Egipto, Siria o Judea, prendándose de esta manera de los modos de vida nativos y de las concepciones cosmológicas de culturas antes ignotas. Así, la religión políade dejó de tener sentido para aquellos nuevos griegos, cuyos cultos públicos (porque la "religión" griega no era otra cosa que un mero culto popular y un recurso poético de las clases cultas), carecían ahora de espacio físico (es decir de polis o ciudad-estado), con lo que se quebraba la necesidad de solidaridad social, imponiéndose una religiosidad más íntima e individualista, un individualismo que por otra parte caracterizará todo el periodo. Este hecho será esencial para la actitud favorable de los griegos hacia los modos de pensamiento foráneos, aunque no hubo jamás un "idilio de libertad", como demostraría el peligroso ambiente de revuelta vivido en Jerusalén.

En tercer lugar, y siguiendo la tendencia anteriormente descrita, esta fricción religiosa y la búsqueda por parte de los griegos de una teología más refinada, traería consigo el sincretismo religioso y el triunfo del estoicismo, cuya "ética del devenir" albergaba un lenguaje indudablemente próximo al sentir de la época. Por lo tanto, desde mi punto de vista, el viraje "religioso" o "místico" de la filosofía griega no fue como consecuencia de undéclin du rationalisme, como sostuvo Festugière, y siguiéndolo la mayoría de los historiadores que conozco, sino como resultado de la aparición de una nueva necesidad de respuestas en un mundo cada vez más complejo y confuso, un mundo donde la importancia de la ética y su sublimación religiosa o mística se elevaba en detrimento de la especulación ontológica, metafísica, política y, por supuesto, físico-natural. Hacer un juicio de valor acerca de esta preferencia no conduce a nada, y además, salvo algunas reinterpretaciones muy posteriores, no creo en absoluto que la calidad filosófica haya caído estrepitosamente en época helenística y romana, antes bien habría que celebrar la expansión de la cultura griega. De hecho, el propio Festugière se ve obligado a reconocer el elevado nivel cultural bajo el reinado de los Antoninos.

Por todo esto: 1. Extensión territorial gobernada por una peculiar élite greco-macedonia (peculiar en cuanto adoptaban el boato ceremonial de la realeza, algo bastante excepcional para la concepción griega de lo público), sobre la base de una ordenación social urbana. 2. La tensión diálogo-confrontación entre lo griego y "lo bárbaro". y 3. La preocupación filosófica central, que comenzaría por una ética serena e individualista (época helenística) para acabar convirtiéndose en una seria preocupación por la salvación en términos no sólo religiosos (periodo de dominación romana). Por todo esto, como digo, el periodo que va desde la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) hasta al menos el siglo III, contiene algunas de las claves de nuestro propio mundo, donde la extensión de la cultura occidental europea, la consiguiente confrontación con los diversos "orientes", y el viraje decididamente individualista de la filosofía contemporánea (por supuesto, no en los mismos términos), una filosofía que ya ha perdido la confianza y la ilusión por reelaborar las sistematizaciones grandilocuentes renacentistas, dieciochescas y decimonónicas, y que se conforma con perderse, tras el desastre dialéctico de la Ilustración (con los trastornos políticos y guerreros que todos conocemos), en abracadabrantes construcciones ontológicas y en el estudio fragmentario de las filosofías pasadas. A nivel popular (quizás lo que más nos interesa), el auge de pseudociencias bastardas desprendidas de la filosofía, como la psicología, y la adopción de religioncillas sincréticas, rellenan el histérico ansia individualista de las masas, que se mueve entre el rechazo a la autoridad religiosa como principio heredado de la Ilustración y la necesidad de una ética "de inspiración divina" acorde a las necesidades burguesas de una población eminentemente suburbana.

Este ambiente es en el que nacería el hermetismo, y todo historiador creo que debe conocerlo y asimilarlo, con el fin de no perderse en disquisiciones ahistóricas de raigambre tradicionalista, etcétera. Además, el ambiente que he descrito con respecto a nuestro propio mundo moderno, creo que explica en parte la pervivencia de muchas "filosofías populares" cercanas sobre todo al ocultismo, y contrarias a las elaboraciones cultas del neoplatonismo renacentista y el despliegue artístico del Romanticismo.

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