miércoles, 19 de noviembre de 2008

Nuevos Laberintos de Interior


"Deus est principium sine principio, processus sine variatione, finis sine fine". Dios es principio sin principio, proceso sin mudanza, fin sin fin. Liber de viginti quattuor philosophorum.
Hace unos días me escribía Ramiro Tapia informándome de una nueva exposición suya en Madrid, ahondando en la serie "Laberintos de Interior". La verdad es que tengo unas ganas inmensas de ir, y me llenó de júbilo que nada menos que el mismísimo Sr. Tapia me informara personalmente de una de sus exposiciones. Para mí sería un gran honor asistir a ésta, como lo fue en su momento asistir a la organizada por la Universidad de Salamanca. Desde el principio quedé maravillado por el arte de Ramiro Tapia, y el poder mantener correspondencia con uno de los más grandes pintores que han existido, no sé... Hay cosas que te animan a continuar en los duros trances de la vida, y esta es una de ellas. Lamentablemente ahora tengo poco tiempo para organizar viajes, ¡incluso para preparar inmersiones en las para mí novedosas bibliotecas granadinas!, pero trataré de no faltar a la cita.

En la sección dedicada al hermetismo y el arte hay mucha bibliografía y enlaces interesantes para iniciarse en el simbolismo hermético, alquímico, cabalístico, esotérico, místico o teosófico, pero también se cita un concepto fundamental en la pintura, y además se trata de una región artística poco conocida entre el gran público: hablo del denominado "Arte Visionario". De hecho, para muchos, la obra de Ramiro Tapia estaría encuadrada no en etiquetas tales como "abstracción" o "simbolismo", sino en este concepto del que hablo. Bueno, desde mi punto de vista, esta etiqueta o este concepto, o como se le quiera denominar, carece de importancia. Incluso diría que hay mucha morralla orientalizante, esotericoide o "new age" bajo esta etiqueta, debido a que es una región del arte, no sólo limitada a la pintura por cierto, que por su propia naturaleza permite la entrada a todo tipo de cenagales y lodos pestilentes. Pero eso sí, el grado de profundidad y espectacularidad de las obras de algunos artistas encuadrados en esta corriente, me deja sin respiración. ¿Se podría decir que el hermetismo juega un papel fundamental en el vértice inspirador de estos artistas? Yo diría que sí; en el propio registro de pintores que llevo en la página, dejo constancia de la veracidad de esta afirmación. Pero desde luego el hermetismo no es la única filosofía vertebradora de la visión artística de estos genios. El (neo)platonismo y el cristianismo, en muchas ocasiones, dos caras de una misma moneda, han inspirado e inspiran gran parte de las obras no sólo de los clásicos, pero también debemos buscar referencias en el lejano oriente y en la fusión, a veces muy poco justificada, entre filosofías y religiones venidas del Oriente, como el hinduísmo o el budismo, y principalmente las filosofías de corte platónico de las postrimerías de la Antigüedad.

Lo cierto es que el artista no se plantea justificación, raíz, legitimidad o inspiración, y de hecho no debe de hacerlo en ningún caso. La creación artística es espontánea, fugaz, perecedera y eterna a un mismo tiempo, es ígnea y delicada, inalcanzable y terriblemente palpable. Es un todo, un organismo paralelo orquestado en el interior de la mente humana, y cuando a eso le unimos la pasión por conocer y la inspiración religiosa o mística, el resultado es una obra de arte inquietante y monumental... Esto tiene otra cara no tan alegre: el grado de oscuridad de una obra así espanta al gran público (incluso al más versado), y deja relegada a una obra inmortal a ser sólo un mero objeto de museo o culto por parte de unos pocos. Pero no nos engañemos: en el arte no hay terrenos marginales, sino pintores poco reconocidos. Claro está, aquí es donde entran el atrezzo y el espectáculo decadente del teatro pictórico posmoderno, que vende a bombo y platillo a aquellas caras y estilos que le interesan en cada momento. Pero la mirada del artista, así como la del filósofo, es atemporal. Para las cronologías ya estamos los historiadores.

Siguiendo con esta cuestión, en Facebook he descubierto cosas muy interesantes. Al principio pensé que se trataba de una especie de chat de lo más vulgar, donde la gente paseaba sus intimidades como en cualquier escaparate de unos grandes almacenes (una de nuestras actuales lacras), pero he descubierto que hay mucha gente interesante metida en estas cuestiones del hermetismo y de las corrientes esotéricas en general. Más en el terreno anglófono que en cualquier otro, todo hay que decirlo. En cuanto al ya citado "Arte Visionario", hay varios grupos o foros interesantes ("Visionary Art", "Fantastic Art"...) y un nombre a tener en cuenta: Christian De Boeck; su labor de divulgación y promoción de muchos pintores ya olvidados es encomiable, e invito a todos los interesados a que sigan sus andanzas por esto del Facebook.

Para acabar, qué menos que animar a todos los interesados y aficionados al arte a que acudan a la exposición de Ramiro Tapia. Seguro que saldrán convencidos y satisfechos, y por qué no, con un cuadro magistral bajo el brazo (¡siempre y cuando la crisis lo permita, claro!).

viernes, 31 de octubre de 2008

La Caída de Adán


Entonces Prónoia vio al ángel y lo amó. Pero él la odiaba porque ella estaba en la oscuridad. Ella deseaba adherirse a él, pero no pudo. Al no poder satisfacer su amor, vertió su luz sobre la tierra. Desde este día este ángel fue llamado "Adán de Luz", cuyo significado es "el luminoso hombre de sangre". Sobre el origen del mundo.
El hermetismo es una "gnosis", y la gnosis es (por si alguien dudaba acerca del significado del término), como ya dejara sentado el congreso de Mesina en el año 1966, "un conocimiento de los misterios divinos reservado a una élite". Estas formas de revelación gnóstica abundaron en el pensamiento religioso (¿filosófico?) del Egipto de los siglos I al IV d. C., y entre esas formas gnósticas hallamos las que creo han alcanzado mayor fama después del hermetismo, a saber: el gnosticismo herético cristiano en sus vertientes más conocidas setiana y valentiniana. Recomiendo a aquellos lectores más interesados en el tema la magnífica introducción general desarrollada en el primer volumen de la muy cuidada edición española de los tratados gnósticos que componen la Biblioteca de Nag Hammadi, una introducción llevada a cabo, cómo no, por Antonio Piñero y José Montserrat Torrents, los dos mayores especialistas, junto con García Bazán (miembro de la ESSWE, por cierto), en estas cuestiones.

Esto viene a cuento porque hace meses prometí en otra entrada de este cuaderno hablar acerca de las interesantes y muy sugerentes relaciones entre algunas filosofías contemporáneas y determinadas corrientes gnósticas tardoantiguas. El mismo Antonio Piñero deja constancia de algunas de estas relaciones centrándose sobre todo en la literatura (y se olvida de muchas obras, por cierto, porque doy fe de que son bastantes). Creo que en su momento lo comenté pensando en la obra de Jonas, y en lo poco que estimaba su forma heideggeriana o fenomenológica de abordar un capítulo de la Historia del pensamiento demasiado alejado de nuestra época actual como para encasillarlo tan alegremente en el estrecho molde de lo contemporáneo, como si el pasado pudiera explicarse y comprenderse únicamente desde nuestro "lejano presente".

Quizás lo más llamativo de estos tratados gnósticos que nos han llegado a través de sus detractores (Ireneo, Hipólito...), o bien de fuentes primarias coptas (Nag Hammadi), sea su absoluto desprecio por el mundo material en el que vivimos. Su despreocupación es consecuencia de una visión terriblemente pesimista del Cosmos, una creación que según ellos fue el producto fortuito y horrendo de un dios menor (el Demiurgo o Yaldabaot), y que irremediablemente convierte el entorno y la sociedad humana en una penosa cárcel para el hombre espiritual. Pero, y aquí es donde creo que debemos maravillarnos más, los gnósticos no consideran que el hombre sea malo en esencia (espiritual), sino que es un ángel cuya caída es consecuencia de las maquinaciones envidiosas del Demiurgo, que jamás participó de la divinidad primordial del verdadero Dios. Es decir, que en cierto modo, los "hombres espirituales" comparten la chispa divina del Pre-Padre, y no así el Demiurgo, un dios ignorante y malvado que ha encadenado al hombre a la materia, a través de sus lacayos los arcontes. Centrémonos ahora en la concepción gnóstico-cristiana de la materia, dejando para más adelante la antropología.

Esta concepción pesimista y pegajosa de la materia la encontramos muchos siglos después, por ejemplo, en La Nausée de Sartre; evidentemente no planteada en los mismos términos religiosos o místicos, pero al fin y al cabo insistiendo en el mismo asco del que hablaba Dodds al referirse a la opinión común tardoantigua (y no sólo gnóstica) acerca de nuestro mundo sometido al devenir. El fragmento, que muchos lectores seguro que reconocerán, es el siguiente:
Yo gritaba "¡qué porquería, qué porquería!" y me sacudía para desembarazarme de esa porquería pegajosa, pero ella resistía y había tanta: toneladas y toneladas de existencia, indefinidamente; me ahogaba en el fondo de ese inmenso asco.
Desde luego, la palabra "materia" no está presente en este fragmento cumbre de la obra en cuestión, pero la "existencia" o la "libertad", conceptos tan alegremente comentados en esta y otras obras de Sartre, desde mi punto de vista remiten (y además son una mera reconstrucción moderna) a los ya remotos conceptos de "kénoma", "heimarméne" o "prónoia". El primero de ellos, supongo, es de origen gnóstico, y remite al mundo físico en oposición al Pleroma (el mundo superior o espiritual); los otros dos remiten a todo lo relacionado con la necesidad, la providencia, etc. Además, todos estos conceptos, que así planteados pueden parecer de origen e intención físico-naturales o cosmológicos, son en realidad "principios ontológicos" que determinan a priori la naturaleza humana. Es decir, el mundo físico (kénoma) está sometido a la necesidad (heimarméne) y a la providencia (prónoia), debido a la degradación de Sofía (hipóstasis equiparada al Espíritu Santo) y a la acción desafortunada de Yaldabaot (el Demiurgo). En el centro de este terrorífico tejido cosmológico está el hombre encadenado, encarcelado en un mundo de sombras cuya escapatoria viene dada por la ascesis y la pureza moral, y por un alejamiento consciente del mundo que le rodea, con el fin de despertar la chispa divina que una vez alimentó la existencia del primer hombre. Y aquí llegamos a la apasionante cuestión de la libertad.

Esta horrenda cárcel de humillaciones, enfermedades, orines y pestilencias que es el mundo según los gnósticos, puede albergar héroes. Héroes que se enfrentan a los arcontes y a Yaldabaot para elevarse sobre el kénoma y ascender progresivamente, valiéndose de la magia y la pureza religiosa (dos caras de la misma moneda), a través de las esferas astrales para alcanzar la Enéada, el "círculo" último, más allá de las estrellas fijas, y que da la bienvenida al Pleroma: a la verdadera libertad del hombre; su verdadero reino como criatura angélica y espiritual que es. Esta pesadilla y su anábasis liberadora correspondiente, me recuerda mucho a la obra de Kafka, en la que sucesivos héroes se enfrentaban a una maquinaria absurda e inalcanzable, que degradaba al individuo a ser un mero esclavo ignorado e impotente; sin embargo, en esta chatarra humana se alza un héroe que pretende alcanzar la libertad, aun en contra de todos y todo; a pesar de su alejamiento, de su alienación, de haber sido abandonado por sus seres queridos, a pesar de ser perseguido y acusado.

El hombre contra la máquina. Así pues, y a pesar de todo, la filosofía gnóstica más pesimista es en última instancia una filosofía antropocéntrica y vagamente optimista, en la medida en que concibe una salida y una chispa divina en el hombre encarcelado. De hecho, algunas corrientes gnóstico-cristianas adoraban a la serpiente del Génesis porque, según ellos, simbolizaba la libertad del hombre frente al Dios veterotestamentario, al que creían la representación de la divinidad malvada Yaldabaot, que pretendía encadenarlos y mantenerlos en la ignorancia de su propia condición superior. Desde nuestra óptica contemporánea todas estas doctrinas son perturbadoras, curiosas o extrañas hasta lo cómico, pero planteadas de determinada forma pueden dar para muchos cuentos de terror. Algo así debieron pensar los inventores de un juego de rol reciente: Kult; recuerdo que este logrado e inquietante juego de interpretación copiaba al pie de la letra, y además con mucho talento, todos estos mitos gnósticos, además de otras cuestiones de índole ocultista, insuflándole vida a un mundo (posmoderno, por cierto) terrorífico, dominado por la acción de los arcontes, y abandonados a su vez por un Demiurgo del que nada sabían.

Como se ve, estos mitos gnóstico-cristianos dan para muchas sugerentes reinterpretaciones contemporáneas. Aquí he tratado de hablar de algunas de ellas, pero aseguro a los lectores que este tema daría para más de una tesis doctoral. Es más, estoy casi seguro de que muchas de las sectas destructivas de nuestro tiempo basan algunos de sus presupuestos en estas concepciones gnósticas, en contra de otras posiciones místicas y religiosas más optimistas, como la filosofía hermética, sin ir más lejos. Eso sí, para entender el ambiente en el que surgió el hermetismo y algunos de sus escritos más famosos (en particular el Poimandres -CH I-, y el tratado de Nag Hammadi Discurso sobre la Ogdóada y la Enéada), se debe estudiar con cierta profundidad el gnosticismo.