miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad


"Sicuramente possiamo affirmare che l'universo è tutto centro, o che il centro de l'universo è per tutto; e che la circunferenza non è in parte alcuna, per quanto e differente dal centro". Giordano Bruno, De la causa, principio et uno, 1584.
Me encanta la Navidad. Me recuerda felicidades y alegrías de la infancia, y en este caso al menos, los recuerdos llenan por sí solos el vacío dejado por las ilusiones pasadas. Porque disfruto de estas fechas, hoy quiero hablar de una de las principales y más bellas razones (si no la principal) que me llevó a emprender mis estudios herméticos. Me refiero a la exaltación del ser humano expuesta en las obras de muchos autores del Renacimiento. Desde luego recuerdo la obra de Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, con mucho cariño. En sus páginas encontré una nueva definición del Renacimiento con la que no contaba, que me hablaba de personalidades que por aquel entonces no me sonaban demasiado: Pico della Mirandola, Marsilio Ficino, Francesco Giorgio, Francesco Patrizi, Tommaso Campanella, Johannes Reuchlin, Agrippa de Nettesheim, y por supuesto, Giordano Bruno. Además, la Sra. Yates hacía un pequeño y necesario estudio introductorio a los Hermetica tardoantiguos; la clave para entender buena parte del pensamiento renacentista radicaba en el estudio de la mística tardoantigua, o por mejor decir, del platonismo (principalmente tardoantiguo). Este hecho no fue descubierto por Yates, a pesar de que fuera una de las pioneras de este nuevo enfoque histórico, hoy ineludible si se quiere entender el núcleo de la Modernidad en Occidente.

Según deja claro Frans A. Janssen, Director de la Bibliotheca Philosophica Hermetica de Ámsterdam, en su artículo "The Hermetic Galaxy" (en Magia, Alchimia, Scienza dal '400 al '700, Venecia/Ámsterdam: Centro Di, 2005, vol. I, pp. 25-26), el ya clásico estudio de Burckhardt, La Civilización del Renacimiento en Italia (1860), si bien no menciona a los textos herméticos tardoantiguos directamente, tacha al platonismo reinante como "el segundo y más grande renacimiento de la Antigüedad"; y concluye que de la unión entre el "misticismo medieval" y el "platonismo renacentista", nacerá una nueva era para Occidente. Posteriormente, grandes historiadores como Eugenio Garin, Paul Oskar Kristeller y la ya citada Yates, estudiarán más a fondo esos mismos "textos platónicos", poniendo el acento en la influencia hermética de los mismos.

Resulta difícil analizar objetivamente ese conjunto de fenómenos históricos que llamamos "Renacimiento"; surgen muchas preguntas al azar, y todas sin una respuesta concluyente: ¿es el otoño de la Edad Media?, como reza el título de un conocido estudio sobre el periodo, ¿se trata realmente de una nueva era para el pensamiento?, y quizás menos importante: ¿estamos ante un renacimiento del pensamiento antiguo, o más bien deberíamos hablar de una mera reinterpretación?... Si de por sí la Antigüedad es un periodo complejo, qué decir de los cristianos siglos XV y XVI. En el análisis histórico, como en el popular, muchas concepciones pasadas se solapan con nuestras propias visiones y anhelos; así, desde mi punto de vista, una buena parte de los elementos relacionados con las (supuestas) aplicaciones prácticas del hermetismo (magia astral, teúrgia, y "alquimia pansofística-hermética", por poner algunos ejemplos), provienen no de la Antigüedad, donde creo yo que se ponía el acento en el aspecto meramente religioso o "metafórico" de las enseñanzas religiosas, teológicas o filosóficas (al fin y al cabo se trata de un despertar del pensamiento religioso íntimo o místico en el núcleo de la población greco-romana, lo que llevará al triunfo del cristianismo), estas "aplicaciones prácticas" provienen, como decía, del propio Renacimiento, donde, en efecto, se va fraguando una nueva relación entre el hombre y la Naturaleza, basada, progresivamente con mayor ahínco, en una comprensión más inquisitiva de ésta y en un afán de dominación. En nuestro tiempo, tras la Ilustración, este intento de dominación es de carácter exclusivamente científico, pero durante el Renacimiento la religión podía ser por sí sola una vía de acercamiento y dominación de las realidades emanadas-inmanentes de Dios. El caso más evidente es la obra de Pico, pero las artes (pseudo)-lulianas desarrolladas en la obra de Bruno dejan a las claras esto que digo.

Por supuesto, el elemento más importante, creo yo, para comprender el tránsito entre el mundo "medieval" y el "moderno", es la concepción cambiante de la llamada "magia natural", en la obra de muchos autores del periodo (y no sólo del ambiente platónico-hermético, dicho sea de paso). Ahora no procede hablar de esto, porque dada su enorme complejidad nos extenderíamos demasiado, baste con decir que aquí radica la ruptura epistemológica fraguada del siglo XV al XVII. Con el tiempo y el "arrasador" proceso ilustrativo, la mayoría de estas obras de trasfondo hermético caerían en el pozo del olvido y en la vacua especulación pseudo-mística (por supuesto, no incluyo a las obras rosacruces del siglo XVII en este recuento), perdiéndose esta antigua y bella exaltación de la dignidad del hombre. Esto sería así hasta la segunda mitad del s. XIX, donde la ciencia (histórica) fijaría su atención en estos inexplorados terrenos del pensamiento, nombrando y colocando a cada cosa en su justo lugar. Paralelamente a esta labor concienzuda que aún hoy parece haber apenas comenzado, la cultura popular desarrollaba sus propias reinvenciones de aquellas añejas y extintas filosofías platónicas, pero esta vez sobre la base del enfrentamiento con el pensamiento científico o positivista (hablamos del ocultismo, la Nueva Era, del neo-gnosticismo, y un largo etcétera).

La conclusión a esto que he dicho creo que debe ser la siguiente: los felices hombres del Renacimiento estaban creando un mundo nuevo con sacrificio. Mediante un análisis riguroso de su propia realidad filosófica y social, trataron durante dos siglos, y con distinto método y perspectiva (según autor y lugar de nacimiento), de acercar la refinada civilización de la Antigüedad a su propio mundo. Para ello desarrollaron una titánica labor filológica y filosófica sin precedentes (los casos más inmediatos eran, por aquel entonces, los micro-renacimientos plenomedievales); una labor que personalmente admiro, y de la que todos deberíamos aprender; quizás no de sus métodos analíticos o científicos, pero sí de su entusiasmo y arrojo. De hecho, pienso que este enorme esfuerzo coordinado de los europeos, debe ser considerado como la verdadera matriz del mundo moderno, y no así la Ilustración, cuya exagerada proyección ad futurum, precipitaría en muchos casos el olvido y la vuelta a la barbarie (esta vez tecnificada).

No puedo acabar esta entrada sin agradecer al Sr. Gilly su bello gesto. Sin el apoyo de personas sabias y desinteresadas como él, esta página no sería posible. Desde luego, estas Navidades para mí están colmadas de felicidad. Espero que haya recibido mi correo de confirmación y agradecimiento, y en cualquier caso, muchas gracias de nuevo.

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