“Católico fue tambien Paracelso, pues aunque su audaz ingenio le hizo caer en algunos errores, no fue Herege; porque la faltó la pertinacia, y asi como Católico fue enterrado en la Iglesia de S. Sebastian de la Villa de Salisburgo, donde está decorado su sepulcro con tan glorioso epitafio, que hasta aora ningun Medico Hippocratico, ó Galenico le logró tan Ilustre”.
Benito Jerónimo Feijoo, Ilustracion apologetica al primero y segundo tomo del Teatro critico..., por Miguel Escribano, 1773.
He aquí un nuevo número
académico de Studia Hermetica Journal,
escrito íntegramente por el Dr. Miguel López Pérez, a quien debo agradecer, una
vez más, su generosidad y buen hacer y, sobre todo, los cuatro excelentes artículos
que aquí presentamos. La historia del paracelsismo español, una terra ignota hasta hace no tanto tiempo,
encontrará un antes y un después en este sexto volumen de esta nuestra aún joven
revista.
Paracelsus,
una figura enigmática, sumida en la bruma del ocultismo desde el Siglo de las
Luces, a quien los aficionados al esoterismo recurren para justificar
pseudociencias y galimatías; citado hasta la saciedad por literatos y
cineastas… y también por académicos amparados tras la rosa luterana. Y sin
embargo es conocido en profundidad por unos pocos escogidos, con Carlos Gilly,
Joachim Telle y Didier Kahn a la cabeza. Pero, ¿quién fue en realidad
Paracelso? Una rápida búsqueda en la red nos brinda, como suele ser habitual, numerosos
equívocos, pistas falsas y medias verdades, por lo que se hace indispensable
que busquemos mejor y más profundamente.
Tenga en cuenta que el
hermetismo que usted conoce o cree conocer, no es más que el
fruto marchito de sucesivas polémicas mantenidas en el seno del ámbito
académico centroeuropeo. Pero de este acalorado debate religioso y filosófico,
emergería un solo ganador: la ciencia
moderna, que se iría arrastrando muy lentamente hasta su estrellato decimonónico.
Podríamos decir, con una intención estrictamente divulgativa, que en este
debate se enfrentaron la ortodoxia abstrusa derivada del aristotelismo
académico, las autoridades luteranas y calvinistas, la Contrarreforma católica
y nuestros filósofos hermético-platónicos, defensores de una visión del mundo
caracterizada, en general, por los siguientes elementos: 1. Una metafísica o
teodicea gnóstico-platónica. 2. Una imagen del hombre como centrum mundi[1].
3. Una actitud favorable a la intervención humana sobre la naturaleza, si bien
ejercida a través de las famosas “ciencias ocultas”, la astrología, la magia y
la alquimia.
Pero quítese la venda de los
ojos, amigo lector, porque la realidad fue muchísimo más extraña, compleja y
apasionante. Cada autor vio en el hermetismo, la magia o la alquimia lo que
quiso ver, y las controversias en el seno de cada facción fueron feroces. De
hecho, nuestras regias artes fueron con frecuencia llevadas a cabo por
vividores y golfos de toda condición, y por ese motivo, cuando algunos de mis
colegas tratan de meter en el mismo saco a santurrones alucinados, apasionados
filósofos, apóstatas recalcitrantes y cicateros estafadores, no puedo evitar
sonreírme. Como bien escribe el Dr. Miguel López Pérez: “Si ya resultaría muy interesante poder
contar con una definición certera de la Alquimia y poder ofrecerla, a nosotros
se nos antoja aún más interesante conocer qué era lo que las personas de esos
siglos pensaban sobre ella”[2].
Sólo puedo aplaudir su punto de partida, porque así es como se logran los
mayores descubrimientos en este oficio. Sí, es indudable que el espíritu de
cada época determina el modo de proceder de sus actores, pero éstos confieren
distintos significados a aquello que leen y escriben.
A
este respecto recomendaría, por esclarecedor, la lectura del capítulo 6 del
estudio sobre el humanista Bernardino Gómez Miedes que
hoy presentamos, dedicado a la recepción de las doctrinas de Paracelso en
Europa. Y para la recreación completa y a todo color de uno de esos “escenarios
complejos” que tratamos de poner sobre la mesa, obsérvese el siguiente cuadro
extraído del tercer artículo del volumen sexto que hoy nos ocupa, “Los hijos de
Paracelso”:
En
palabras del propio Dr. Miguel López (“El humanista Bernardino Gómez Miedes…”,
p. 50):
“En realidad, el gran logro de Paracelso fue el ver este problema, el de la disfunción entre Aristóteles y la realidad de la experiencia. Es por ello por lo que él creó un nuevo lenguaje donde, por medio de la experiencia no se podían aceptar los dogmas de Galeno como verdaderos. El purismo extremo de Valla y su defensa del vulgaris sermo no esconde otra cosa que la fase de un proceso que se acrecentará en el siglo XVI y provocará una crisis epistemológica extensiva a la Universidad por medio de la Filosofía”.
Johann Arndt (1555-1621),
Alexander von Suchten (ca.1520-1575), Giordano Bruno (1548-1600), Heinrich
Khunrath (ca.1560-1605), Gerhard Dorn (ca.1530-1584), Cesare della Riviera (d.
ca. 1615), Petrus Severinus (1542-1602) y, por supuesto, Theophrastus Bombastus
von Hohenheim (1493-1541), más conocido como Paracelso, hablaron de “leer con
las manos” en el gran libro de la naturaleza[3].
Así, de acuerdo con cierta visión romántica, todos habrían sido héroes de la humana sapienza, los verdaderos sabios
capaces de acceder al santuario del alma de la madre naturaleza, de conocerla y
alterarla mediante las ciencias ocultas. Aun con todo, este esquema de
pensamiento encaja mucho mejor en el Paracelsian
revival (es decir, en la actualización y reinterpretación que llevaron a
cabo los seguidores de la obra de Paracelso tras su muerte) que en humanistas
“clásicos”, como lo fue el médico suizo. El
Arbatel. De Magia veterum (Wesel: Andreas Luppius, 1686), confirma la
divinización del viejo maestro, con un aforismo tan bello como explicativo: “HERMES
TRISMEGISTUS EST SECRETORUM PATER CUM THEOPHRASTO PARACELSO et in se omnes
vires habent secretorum”[4].
En mi cabeza resuenan aún
las palabras del Dr. Carlos Gilly (y estoy parafraseando):
“La ciencia moderna fue el fruto de la experimentación de las grandes personalidades que la hicieron posible, pero sin el ataque continuado y organizado que el hermetismo ejerció contra la ortodoxia aristotélica y las autoridades eclesiásticas, el camino hacia ella hubiera sido aún más costoso”[5].
Y sin quitarle la razón, no es menos cierto lo que el especialista en
paracelsismo hispánico, el Dr. Miguel López, sostiene en dos de los cuatro
artículos publicados en este sexto volumen de SHJ: Paracelso es, en buena
medida, un mito historiográfico defendido por sus supuestos continuadores;
porque es innegable que el “Lutero de los médicos”[6]
o el “Trismegisto germánico”, como se le llegó a conocer, fue mediatizado y
utilizado como arma arrojadiza durante las décadas posteriores a su muerte y, afrontémoslo,
algunas de sus doctrinas (e incluso obras) no son más que adiciones y
reinterpretaciones posteriores, de ahí la dificultad de su estudio.
Sin embargo, lo que hoy tenemos
entre manos no son ni Paracelso ni el paracelsismo en sí mismos, sino por qué
sus doctrinas no fueron, al parecer, difundidas en el Imperio hispánico.
Considerando que en la revista Azogue se ha tratado de dilucidar esta cuestión desde 2001, y que tanto la Dra. Mar
Rey como el Dr. Miguel López llevan trabajando en ello desde hace bastantes
años, me resta hacer una pequeña introducción a los dos primeros artículos —aquellos
que abordan directamente la cuestión—, de los cuatro que integran esta inusualmente
voluminosa entrega de SHJ.
“Paracelso en España”
Este artículo del Dr. Miguel
López Pérez supone la versión completa (y en castellano) de su anterior
artículo “Spanish Paracelsus Revisited and Decontaminated”. Sus tesis son las
siguientes:
1. Paracelso, en su
dimensión médico química, no fue censurado jamás en España, e incluso llegó a
ser defendido por autores como Gaspar Bravo de Sobremonte, Jerónimo de la
Fuente y Piérola[7],
Benito Feijoo, Guillén Pierres o Diego Torres de Villarroel[8].
2. Paracelso resultó
“innecesario” en un Imperio hispánico inspirado por una tradición médico-química
y alquímica que descendía de figuras como Arnau de Vilanova, Rupescissa y el
pseudo-Ramón Llull[9].
Así, afirmar la radical novedad de la medicina paracelsista, supone ignorar la
tradición alquímica medieval española, que ya hacía uso de técnicas como la
destilación y la elaboración de medicamentos, entre otras[10].
3. El Imperio “tenebroso” de
ortodoxia y represión política y religiosa perpetrado por Felipe II, no fue
tal: el Princeps Hispaniarum alentaría
la ciencia como parte de su agenda de modernización renacentista.
Como bien afirma el Dr. López Pérez: “la persecución religiosa española provocó
menos muertes que la de cualquier otro país europeo, la religión católica estuvo
prohibida en Inglaterra durante más de un siglo y Enrique VIII mató a más católicos
que la Inquisición de España, Italia y Alemania juntas”[11].
4. Los libros de alquimia y
filosofía natural eran, al contrario de lo que se piensa, muy comunes en las
bibliotecas capitulares (y universitarias)[12].
5. Paracelso murió católico;
fueron los médicos y teólogos protestantes quienes, décadas después, mediante
un ejercicio de sincretismo religioso, adhirieron y reinterpretaron la magna
obra del médico suizo, acercándola a las posturas hermético-platónicas del
periodo[13].
“El humanista Bernardino
Gómez Miedes (ca. 1515-1589) y la alquimia”
En este interesantísimo
artículo, se nos introduce en la figura del primer crítico antiparacelsista
español, Bernardino Gómez Miedes, de quien destacamos, cómo no, su visión sobre la alquimia practicada en el periodo[14]:
“-2-18,1 Este arte, no obstante, aunque sea cierto en gran parte, sin embargo parece que en una proporción mayor se mueve en torno a la duda y la incertidumbre. En sus mismos resultados no sólo suele vacilar (lo cual diría con su permiso), sino también excavar galerías subterráneas, por así decirlo, por donde se desvanece y desaparece hasta burlarse al final de los propios artífices merecidamente y con razón, porque éstos intentan en su necedad no sólo emular a la Naturaleza, sino también ponerse a su nivel y casi superarla”.
Asimismo destacamos sus
comentarios acerca de la sal, el húmedo radical y el calor innato”[15],
así como las explicaciones que ofrece el Dr. López Pérez acerca del neumatismo[16],
esenciales para nuestra comprensión de tales doctrinas médicas. De la misma
manera, se hace indispensable conocer las opiniones de reputados médicos acerca
de la confección del famoso “oro potable”[17]
y la “quintaesencia”[18].
Especial referencia nos merecen
también los relatos de fraudes y falsos alquimistas:
“El mundo está lleno de falsos alquimistas. A los señores, los gentilhombres, los mercaderes y las gentes de baja clase, les prometen enriquecerles en poco tiempo, enseñarles los medios de congelar el mercurio, de cambiar el plomo, el estaño, el hierro, el mercurio en plata u oro”[19].
Es en las continuas referencias
a textos poco o nada conocidos donde podemos comprobar la extraordinaria valía
académica de este nuevo artículo, de cuyo adelanto pudimos disfrutar meses
atrás, en lo que respecta al apartado dedicado a “los charlatanes”[20].
"Los hijos de Paracelso”
“Angelo D’Ainot. El falsario alquimista que quiso trabajar para Felipe II”
Como conclusión, permítame
quedarme con la reflexión de la Dra. Mar Rey (quien, por cierto, prologa este nuevo número) recordando una reveladora conversación
que mantuvo con José Rodríguez Guerrero[21]:
“Olvidamos que, si no abrimos nuestro objetivo, dejamos a oscuras determinadas parcelas que resultan imprescindibles para tener una visión global del período. Cuando comenté esta cita con José Rodríguez Guerrero hizo una reflexión que, desde entonces, me ha dado mucho que pensar: los españoles de la Edad Moderna tenían los ojos vueltos hacia América, de donde venían novedades un día sí y otro también, de ahí que muchas de las acaloradas disputas observadas en otros puntos neurálgicos de Europa apenas si tuvieran repercusión en la Península”.
El Imperio hispánico fue un titán
con vocación atlántica, poderoso e imbatible durante siglos; nostálgico del
esplendor romano que sucumbiría impávido al cambio de era.
¿Saben con qué me
quedo? Con el futuro de nuestra cultura adormecida y con el enorme potencial de
todo un continente, el americano, que aún se comunica y comprende el mundo en
español y portugués. A esa América dedicamos este número.
[1] Carlos Gilly, “Il
Dibattito Intorno a Paracelso in Basilea”, Azogue
7, p. 263: "Oggetto
di questa reazione era in particolare l’idea che l’uomo, in quanto microcosmo,
potesse penetrare e comprendere la Natura o macrocosmo, fino ad interpretarne
il corso, correggerlo o, addirittura, ripristinarlo per mezzo del suo spirito
(corpus sydereum per Ficino, corpo astrale–luce della Natura dentro l’uomo per
Paracelso, spirito di Dio dentro l’uomo per Suchten, oppure attraverso
l’esperienza di uno spirito planetario esterno come insegna l’Arbatel). Era questa
in sostanza l’immagine neoplatonica e magica del mondo che serviva da cornice
teorica alla ricerca sperimentale di Paracelso”.
[2]“El humanista Bernardino Gómez Miedes…”, p. 58.
[3] Magia, alchimia, scienza dal '400 al '700…, vol. II, p. 103.
[4] “Il Dibattito Intorno a Paracelso in Basilea”
(Azogue), Carlos Gilly, 263: “Tutto
ciò secondo un ben preciso piano di rinnovamento: una nuova riflessione critica
su religione e scienza alla luce della vera magia degli antichi, e cioè del
raccordo tra la tradizione ermetica e la scienza sperimentale di Paracelso:
“Hermes Trismegistus est secretorum pater cum Theophrasto Paracelso, et in se
omnes habent vires secretorum”, come si legge nell’aforisma XXVI dell’Arbatel”.
[5] Durante su conferencia
en el curso de postgrado “Las Máscaras del Mago II” (2012), Universidad de
Granada.
[6] Carlos Gilly, "Zwinger
e Paracelso” (Azogue 7), p. 307: “Se Paracelso si meriti il soprannome di “Lutherus
medicorum”? Assolutamente no. Piuttosto quello dell’eresiarca Ario! O meglio
ancora: se non quello di Tessalo da Tralle, certo quello di Tessalo da
Einsiedeln”.
[7] Cfr. “Paracelso en
España”, p. 20.
[8]
Ibid., p. 21.
[9] Ibid., pp. 13-15.
[10] Ibid., pp. 13 y 15 y
ss. Cfr, también, pp. 16-17: “No fue el primero prácticamente en nada. El sistema galénico ya estaba desprestigiado, el uso de la destilación, tanto para la Farmacia como en Alquimia era algo mucho anterior a él y el uso de metales y minerales también".
[11] Ibid., p. 5.
[12] Ibid., p. 10. Cfr.
también p. 6: "...los libros expurgados, no prohibidos, impresos del siglo
XVI sobre ciencia eran el 7.6 %, y un 7 % los del periodo 1684-1785, y si
tomamos los años en que se abrieron más causas contra los protestantes, entre
1551 y 1580, en la Inquisición de Toledo, el porcentaje también fue el 7,3 %.
Y, finalmente, Felipe II no sólo no prohibió la ciencia, sino que la alentó
siempre”.
[13] Ibid., p. 10: “De
esta manera, y mediante un doble proceso de prohibición católica y sincretismo
protestante, el paracelsismo, que no había nacido católico ni protestante, fue
transformándose en una herejía protestante”.
[14] “El humanista
Bernardino Gómez Miedes…”, p. 60.
[15] Ibid., pp. 36-37.
[16] Ibid., pp. 37-40.
[17] Ibid., pp. 41-44.
[18] Ibid., p. 47.
[19] Ibid., p. 28 y nota ad loc.
[20] Ibid., pp. 33-36.
[21] Presentación
de Mar Rey a Azogue, 7, p. 5.