sábado, 20 de febrero de 2010

Zanoni, una novela rosacruz (Introducción)

Adoro ZanoniZanoni (1842), como quizás muchos de los lectores ya sepan, es una novela relativamente desconocida de Edward George Bulwer-Lytton, un famoso escritor y político inglés de época victoriana. Y a modo de introducción, ¿qué se puede decir deZanoni? Sin lugar a dudas, que es una obra inscrita en una época fascinante para Occidente, y sobre todo para el Imperio Británico, de hecho, la mayor potencia europea y mundial durante toda la segunda mitad del siglo XIX, y por ende durante el largo reinado de la Reina Victoria de Kent (1837-1901), que daría nombre a una época de esplendor inigualable, una hegemonía sobre todo económico-tecnológica jamás alcanzada hasta aquel momento. La Reina Victoria trajo consigo el fortalecimiento de una monarquía desprestigiada por los sucesivos reinados de Jorge III y Jorge IV, y sobre todo por Guillermo IV; el gobierno quedaba en manos de un poderoso ejecutivo y de un parlamento dividido en dos grupos políticos de notables: los conservadores (tories) y los liberales (whigs), y sus representantes más notorios: Robert Peely y Benjamin Disraeli por el lado conservador y Rusell, Parmerston y Gladstone por el lado liberal. Hasta el último tercio del siglo XIX, Inglaterra se convirtió en el centro neurálgico del mundo, y a Londres llegarían ideas, mercancías y mano de obra de todos los confines del mundo. Y esto, sin lugar a dudas, se traslucía en su literatura. En cuanto al resto de países europeos, nos encontramos con la Francia del II Imperio y de Napoleón III, que marcará igualmente toda una época (1848-1870), con la unificación italiana (en 1871, Roma se proclama capital de Italia), y con la grandeza prusiana (la aparición del I Reich se consumaría en 1871).

Volviendo a mí mismo, he de decir que estoy enamorado del siglo XIX, y sobre todo de su segunda mitad, es decir, justo el reinado de nuestra poderosa monarca británica.

Esto contrasta, quizás paradójicamente, con el desapego que me produce la historia del siglo XX, sobre todo a partir de la terrorífica Gran Guerra (1914-1918) y sus nefastas consecuencias para la civilización occidental. De hecho, supongo que si tuviera que elegir una época para existir, elegiría este siglo: adoro sus costumbres, su elegancia y moda, me deleito con sus clases de angustia y sufrimiento, sus ideas, sus escritores y pintores, su arquitectura, su música... Adoro todo lo que representa, en definitiva. Esto es una visión idealizada sólo en parte: me maravillan sus grandes corrientes culturales, tanto el Romanticismo como el Realismo, y sus escritores se cuentan entre mis favoritos ganando por goleada a los del XX o a los de cualquier otra época. Asimismo, me quedo extasiado con las películas que tratan de representar este siglo, con The Elephant Man (1980) de Lynch, Jeremiah Johnson(1972) de Pollack y Remando al Viento (1987) de Gonzalo Suárez a la cabeza. En este sentido el siglo XIX ha escenificado la épica moderna (lo que conocemos como Western), y la colonización de la por aquel entonces ignota África (una película digna de ser tenida en cuenta es The Ghost and the Darkness, de 1996).

En el terreno literario, pictórico y filosófico (en definitiva, los terrenos con los que me siento más identificado), hallo una fuente inagotable de inspiración en, por poner algunos ejemplos, Edgar Allan Poe (Berenice, 1835), Dostoievski (Братья Карамазовы, Los Hermanos Karamazov, 1880), Emily Brontë (Wuthering Heights, 1847), Alexandre Dumas (Les Trois Mousquetaires, 1844), Joseph Conrad (Heart of Darkness, 1899), Leopoldo Alas Clarín (La Regenta, 1884-85), Novalis (Hymnen an die Nacht, 1800), Abraham Stoker (Dracula, 1897), o Gaston Leroux (Le Fantôme de l'Opéra, esta obra publicada pasados unos años de mi siglo, en 1910). En cuanto a la pintura, como todo el mundo sabe, se originaron todos los movimientos pictóricos modernos, pero si tuviera que quedarme con algunos nombres, pues J. H. Füssli (1741-1825), William Blake (1757-1827), Francisco de Goya (1746-1828), Vincent Van Gogh (1853-1890), o Egon Schiele (1890-1918). En cuanto a la filosofía y el pensamiento en general, qué puedo decir: me asombra lo que representan "trastornadores" como Friedrich Nietzsche (1844-1900), Karl Marx (1818-1883) o Sigmund Freud (1856-1939). Asimismo, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854) y Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), ambos exponentes del Idealismo alemán. Como todo el mundo sabe, es además la era de la consagración del positivismo, y su pugna por "desmitificar al mundo"... Y paradójicamente es la época de mayor exaltación del ideal. En definitiva, el siglo XIX es una época de grandes pasiones, de incipientes corrientes de pensamiento, de expansión, de violencia y de miseria terribles, y de esplendorosa magnificencia de la Civilización Occidental, que desde entonces (es mi punto de vista) ha caído en una irónica decadencia, y en luctuosos hechos sobre los que prefiero no pensar ni un solo instante. Por supuesto, estoy simplificando, pero no quiero extenderme más sobre esto.

Una obra resume lo que amo del siglo XIX: Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen, 1883-1885 (Así habló Zaratustra. Una obra para todos y para nadie, ¿tengo que decir de quién?). Muéstrenme semejante pasión y sublimidad en nuestro tenebroso siglo XXI, y entonces me reconciliaré con él.
De cualquier manera, como todo el que lea sabe, en el terreno de la filosofía prefiero la Antigüedad y el Renacimiento. En cuanto a la Historiografía, me siento identificado con ciertos planteamientos "historicistas" de Leopold von Ranke (1795-1886), aunque esto es un poco gratuito, porque en general (y sin desmerecer a los clásicos), podemos decir que la ciencia histórica tal y como la conocemos nació en este siglo (no me olvido, claro está, del excelente historiador Theodor Mommsen). En cualquier caso, absolutamente todas las diatribas (intelectuales, o no) actuales nacieron en el siglo XIX. El siglo XX ha representado su desarrollo en muchos casos y su "decadencia" en otros, aunque, como dije más arriba, esto es una apreciación muy personal, debido a que me siento mucho más identificado con el modo de pensar de un decimonónico ciudadano, antes que con la masa que me rodea en el glorioso siglo XXI. Yo cuando veo en una peli de ahora (o cuando lo veo en la realidad realidosa, sin ir más lejos), por ejemplo, cómo un travesti ex-camionero dice "qué pasa Jennifer, te quieres tirar a éste", y otra tipa le contesta "no, joder, es que lo he conocido por Internet, y nos vamos a hacer botellón", o bien cuando veo cómo un contubernio farmacéutico-periodístico-gubernamental se inventa una gripe "os-voy-a-matar-a-todos" y la peña (una población supuestamente "libre" y "culta"), va y se lo cree, se me queda cara de póker. Yo, humildemente, me quedo con aquellos caballeros y aquellas damas duros de pelar, puede que educados y refinados, o puede que no, a la par que dispuestos a todo, y que se centraban en lo esencial, huyendo de majaderías y estupideces. Hombres y mujeres que emigraban a lo desconocido, que pensaban sobre nuevas realidades con valentía, que construían sobre terreno virgen, y que guerreaban fieramente en todos los terrenos de la vida (con o sin razón). Y eso se nota en su manera de crear y sentir.

Asimismo, el siglo XIX ha influenciado algunas visiones idealizadas actuales del mismo, que podemos apreciar en movimientos estético-artísticos como el steampunk o el rollo gótico, o algo por ahí de rock industrial o metal. Pero en esto nos tendríamos que detener demasiado, y lo cierto es que el tema no me interesa mucho.

De acuerdo Iván, ¿pero qué ocurre con el hermetismo, que se supone es tu materia? Bueno amigos lectores, paciencia. Pues el siglo XIX y los primeros años del XX, también marcan el inicio de nuestra andadura historiográfica, pero hay que distinguir (como ahora mismo, vamos), entre dos corrientes bien distintas: una historiográfica y otra "ocultista" o "practicante". En cuanto a la primera (de la única que hablaremos en esta introducción), yo destacaría sobre todo a historiadores como Richard August Reitzenstein (1861-1931), Eduard Zeller (1814-1908), Franz Cumont (1868-1947), y Louis Ménard (1822-1908). La labor de estos historiadores y filólogos conduciría a una mejor comprensión del fenómeno filosófico-religioso helenístico-romano, y a la revalorización del estudio de la filosofía hermética como un apartado digno de tener en cuenta a nivel académico, al margen de la morralla ocultista que por aquel entonces estaba en su apogeo en muchos círculos "intelectuales". Y de uno de estos círculos intelectuales "ocultistas" bebería nuestro magnífico escritor Bulwer-Lytton.

En cuanto a las ediciones de los Hermetica inscritas en este periodo (1854-1906), nos encontramos con las siguientes:
- Hermes Trismegistus. Poemander, Ed. G. Parthey. Berlin 1854. 
- Hermes Trismegistus. Einleitung in's höchste Wissen: von Erkenntnis der Natur und sich darin offenbarenden grossen Gottes. Begriffen in siebenzehn Büchern, nach griechischen und lateinischen Exemplaren in's Deutsche übersetzt [...] Verfertigt von Alethophilo, 1786. Stuttgart, J. Scheible 1855. 
- Hermès Trismégiste Traduction complète précédée d'une étude sur l'origine des livres hermétiques, par Louis Ménard. Paris 1866. 
- Hermes Trismegistus. The theological and philosophical works. Translated from the original Greek, with preface, notes, and indices by John David Chambers. Edinburgh 1882. 
- Hermes Trismegistus. The divine Pymander. Translated from the Arabic by Dr. Everard [1650]. With introduction & preliminary essay by Hargrave Jennings. [Ed. R.H. Fryar]. London 1884. 
- Hermes Trismegistus. The virgin of the world. Now first rendered into English with Essay Introductions. 
and Notes by Anna Kingsford and Edward Maitland. [Ed. R.H. Fryar]. London 1885.
- [Hermes Trismegistus]. The Pymander of Hermes. Ed. W. Wynn Westcott. London and New York 1894, Collectanea Hermetica, vol. II.
- Richard Reitzenstein. Poimandres. Studien zur Griechisch-Ägyptischen und frühchristlichen Literatur.
Leipzig 1904.
 
- G.R.S. Mead. Thrice-Greatest Hermes. Studies in Hellenistic Theosophy and Gnosis. London 1906, 4 pts.
Hay que decir, no obstante, que en los círculos ocultistas de la época el desconocimiento hacia el hermetismo tardoantiguo era, por lo que sé y he podido comprobar, casi total. Tan sólo unas vagas referencias a "Hermes Trismegisto", a la "magia egipcia", y otros tópicos, pero en realidad nada tangible. El ocultismo decimonónico bebe de otras fuentes, sobre todo platónicas y neoplatónicas (las más fáciles de conseguir en la época), y sobre todo de grimorios "clásicos" (de los que no sabría identificar la procedencia exacta: algunos supongo que se remontan a la Baja Edad Media y otros son de época renacentista y posterior); e ignoro qué podría conocer esta gente sobre los filósofos naturales plenomedievales y sobre las ciencias que se practicaban en el Medievo, pero desde luego no mucho, dado que las ediciones críticas y los estudios serios sobre este tema no se remontan muchísimo más allá, creo yo, de Lynn Thorndike, 1882-1965), asimismo, se nutre de alguna clase de abstrusa imaginería alquímica extraída -supongo- de algunos manuscritos de época renacentista (ss. XV-XVI), y de la que me atrevo a afirmar que no entendían nada, y de alusiones brumosas a la "cábala y sus misterios" (de esto quizás me atreva a hablar en otra ocasión, porque actualmente Moshe Idel desarrolla una labor investigadora encomiable), y en definitiva de una hipostasiada tradición ancestral que se remonta a los "gimnosofistas", a los "hierofantes", y a los "iniciados", procedentes del Oriente.

Y ahora hablaremos sobre Zanoni, sobre su autor, y sobre el entorno en el que se fraguó. ¡Hasta mañana, pues!

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